Los pequeños productores del MERCOSUR representan cinco millones de establecimientos y proveen la mayor parte de la canasta básica de alimentos de la región. ¿Cómo pueden aprovechar las TICs para mejorar el acceso al financiamiento, la producción y la logística?

La adopción de tecnologías de información y telecomunicaciones (TICs) es clave para competir, expandir oportunidades y lograr una exitosa inserción en las cadenas globales de valor. Para los pequeños productores del Mercosur, que representan cinco millones de establecimientos y proveen la mayor parte de la canasta básica de alimentos de la región, esta necesidad de acentúa, especialmente en tres aspectos: el acceso al financiamiento, la producción y los circuitos de logística y comercialización. ¿Cómo pueden aprovechar las nuevas herramientas disponibles para introducir soluciones y mejoras frente a los retos económicos?

El artículo “Nuevas tecnologías y pequeños productores”, de Lucas Arce y Gustavo Rojas, aborda precisamente esa cuestión, con sus problemas y desafíos, al tiempo que ejemplifica casos de uso de tecnología en el agro en otros países y propone líneas de acción de alcance regional.

Según los autores, la globalización presenta oportunidades y amenazas para los pequeños productores agrícolas. “Por un lado, la creación de un mercado global para sus productos y el levantamiento de restricciones arancelarias derivado de acuerdos regionales han impuesto nuevas urgencias competitivas al pequeño productor -destacan-. Por otro lado, el avance tecnológico y el mayor acceso de los productores a innovaciones técnicas (como en el área de  TICs) ofrecen al pequeño productor nuevas herramientas para competir en el mercado internacional y poder ingresar a las cadenas de valor global.” A su entender, “el Mercosur podría resultar un campo estratégico para el aprovechamiento de las nuevas tecnologías a nivel regional. El bloque cuenta con espacios institucionales donde participan líderes de la agricultura familiar, funcionarios públicos y empresarios del sector”.

El peso demográfico y económico de los pequeños productores en el espacio de integración es significativo. Representan el 83% de los establecimientos agrícolas y generan empleo. De hecho, “los ingresos de alrededor de 30 millones de personas (60% de la población rural) en los cuatro países están directamente vinculados a actividades de la pequeña agricultura”.

También se cuenta con instituciones de fomento regional, como el Fondo de la Agricultura Familiar del Mercosur (FAF-Mercosur) y el Programa Regional de Intercambio de Experiencias en Compras Públicas de la Agricultura Familiar, que fueron construidas en el marco de la Reunión Especializada para la Agricultura Familiar (REAF), un órgano asesor del Mercosur que en los últimos años ha propuesto iniciativas regionales de apoyo a la producción en pequeña escala. Mientras que el FAF-Mercosur es un fondo no reembolsable administrado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la segunda entidad se ha propuesto promover el comercio de productos de la pequeña producción mediante la cooperación técnica mutua y el apoyo de la FAO. “Ello ha generado importantes sinergias de políticas públicas, al tiempo que ha inducido la propia creación de instancias gubernamentales para abordar la problemática de la agricultura familiar”, afirman los autores.

Herramientas en producción

El artículo aborda el potencial que plantea el uso de las TICs en tres dimensiones (producción, financiamiento y comercialización y logística), los desafíos en cada sector y los casos de adopción en otros países del mundo.

En cuanto a la producción, los retos son múltiples. “El Mercosur concentra la mayor densidad de conocimientos y capacidad de investigación agrícola de América Latina. No obstante, mientras que en los países desarrollados el sector privado tiene una participación creciente, en el Mercosur el financiamiento de la investigación y del desarrollo de aplicaciones tecnológicas para el sector agrícola es altamente dependiente del sector público”, expresan Arce y Rojas. Además, la extensión agrícola es desarrollada por una red de diferentes instituciones en cada país que operan de manera centralizada, lo que “agrega limitaciones a su contacto con los pequeños productores”. De acuerdo con los autores, “si bien se ha avanzado en la creación de un enfoque de optimización de la pequeña producción en el Mercosur, todavía no se ha elaborado uno que integre las particularidades campesinas con los crecientes requerimientos de mercado internacional”.

Las herramientas digitales proveen servicios de extensión con nuevas maneras de brindar información y conocimiento a los agricultores. “En cooperación con los servicios de investigación y extensión agrícolas, organizaciones como Green Digital, Fundación Grameen, Reuters Market Light, y Technoserve son capaces de ofrecer información y asesoría barata, oportuna, relevante y procesable a agricultores en el sur de Asia, América Latina y el África Subsahariana -ejemplifican los autores-. En lugar de trasladarse a la finca, los agentes de extensión utilizan una combinación de voz, texto, videos e Internet para reducir los costos y aumentar la frecuencia de la interacción con los agricultores. Del mismo modo, los gobiernos lo utilizan para coordinar la distribución de semillas mejoradas y de fertilizantes subvencionados en zonas remotas a través de cupones electrónicos, como en la iniciativa de billetera electrónica a gran escala de Nigeria”. De esta manera, “los pequeños productores pueden hacer uso de estas tecnologías debido a su costo mucho más bajo que los servicios tradicionales. Un estudio en India demostró que la información proporcionada vía teléfonos móviles a solo US$ 0,60 mensuales fue capaz de cambiar el comportamiento de los agricultores, aumentando su conocimiento sobre opciones disponibles de cultivos y de insumos, tales como semillas y fertilizantes, y así mejorar sus decisiones de inversión y rentabilidad”.

Respecto al financiamiento, en la región sólo el 15% de los pequeños productores tienen acceso al crédito formal. Como contrapartida, “en el Mercosur, la extensión de las redes de telefonía celular, el uso extendido de teléfonos celulares y el lento pero continuo avance de la infraestructura de transmisión de datos, han dejado un terreno fértil para la expansión de los servicios financieros online a través de plataformas móviles. Para la población no bancarizada, buena parte de la pequeña agricultura, estos nuevos servicios son el primer paso de su inclusión al sistema financiero. Entre los servicios se encuentran las operaciones de pago, gestión de efectivo y envíos domésticos de dinero. Incluso, existen algunos de gran poder transformativo, como acceso al crédito, recepción de remesas internacionales y cobro de salarios o subsidios públicos”. En este sentido, iniciativas como M-PESA, en Kenia, pueden ser ejemplos a seguir. Se trata de un servicio de billetera electrónica a través de telefonía móvil que tuvo más de 13 millones de usuarios en 2011. Su red financiera tiene 37.000 agentes y operadores no bancarios en todo el país, en tanto que la red bancaria cuenta con 876 subsidiarias y 1.424 cajeros automáticos. M-PESA ofrece servicios como transferencias de dinero, pagos y transferencias de saldo a otros usuarios a través del teléfono móvil.

Como el financiamiento es clave para la mejora competitiva del pequeño agricultor -entre otras cuestiones, facilita su acceso a las cadenas globales de valor-, los Estados del Mercosur deben apoyar la inclusión financiera basada en las TICs. Por eso, deben trabajar en varios frentes: marco regulatorio, mejora en la cobertura de las redes de telefonía móvil y la incorporación de nuevos productos y servicios financieros ajustados a la realidad del pequeño productor.

Gracias a las mejoras que experimentó la logística, los mercados de productos alimenticios se abastecen en forma creciente mediante cadenas de valor agrícolas regionales y globales. “Sin embargo, en los países en desarrollo, buena parte de la producción de alimentos todavía se vende a través de mercados informales, los cuales son abastecidos por agricultores que habitan en áreas adyacentes”, admiten Arce y Rojas.  Y agregan que, si bien los pequeños agricultores del Mercosur logran un mejor acceso a las cadenas de valor local, la inserción en el mercado internacional –que demanda cada vez más altos niveles de calidad- es mucho más compleja.

En este marco, señalan: “Los nuevos avances tecnológicos han bajado los costos de transacción, mejorado las ganancias y minimizado los desperdicios. Las nuevas tecnologías han permitido una mejor coordinación de la demanda y oferta de productos, fortaleciendo las redes de comercialización, tornando más eficiente el transporte de mercaderías a nuevos mercados”. Y aunque el Mercosur presenta condiciones para aprovechar estos avances, “su infraestructura sigue rezagada, afectando a los pequeños agricultores en sus costos y acceso a los mercados y servicios públicos”. Al respecto, Arce y Rojas argumentan que “la construcción de infraestructura es necesaria para facilitar la logística al pequeño productor, dado que sus producciones tienden a estar ubicadas en zonas menos accesibles”. En este punto, además, “el desarrollo del transporte debe ser coordinado con planes de procesamiento local, pues induce rápidos aumentos de productividad derivados del mejor acceso a los mercados y a los servicios públicos, y de la reducción del nivel de desperdicio de alimentos a lo largo de la cadena, entre otros factores. La mejora de la infraestructura debería ir acompañada por créditos blandos a asociaciones de productores destinados a la compra de vehículos de transporte y medios de refrigeración, para facilitar su logística”.

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