Por: Mariana Pernas

Especialistas del Banco Interamericano de Desarrollo expusieron sobre la implementación de bienes públicos regionales.

En el marco de las V Jornadas de Relaciones Internacionales, que organizó la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) los días 2 y 3 de noviembre en Buenos Aires, se realizó la presentación “Bienes públicos regionales: América Latina en la Cooperación Internacional 4.0”, en la cual expusieron Gustavo Beliz, director del Intal-BID; Joaquim Tres, especialista Principal en Integración y Comercio del BID, y Amitav Acharya, docente de la American University.

En primer lugar, Acharya, director de la catedra Unesco de Desafíos Trasnacionales y Gobernanza y coautor del libro “Cooperación en el siglo XXI: Bienes públicos regionales, gobernanza global y desarrollo sustentable”, se enmarcó la temática en lo que denomina “mundo multiplex”. De acuerdo con el especialista, “el regionalismo, que definimos en un sentido muy amplio e incluye tanto a las organizaciones formales como a las informales, es un elemento clave del orden mundial emergente y un muy importante medio para proveer bienes públicos, que pueden ser económicos, de seguridad, financieros o ambientales, entre otras. Su relevancia no debe ser desatendida”.

Acharya se refirió a los cambios y principales tendencias en gobernabilidad global. “Las instituciones multilaterales que emergieron en el mundo occidental a partir de la Segunda Guerra Mundial perdieron su posición monopólica como proveedores de bienes públicos globales en muchas áreas.  Esto es más evidente en el tema de comercio, donde tenemos muchos acuerdos comerciales, bloques, alianzas, asociaciones y organizaciones regionales; pero también sucede en otras áreas, como migraciones, medio ambiente o refugiados. En comercio, las organizaciones globales tienen importancia, pero ya no son los únicos actores, ya que surgieron otras organizaciones regionales, asociaciones público-privadas y corporaciones privadas”, expresó.

“La gobernanza global es fragmentada y descentralizada. En este contexto, es preciso la asociación y cooperación”, advirtió. A juicio de Acharya, esta fragmentación es positiva ya que “es una capa adicional de soporte a la gobernanza global, que permite democratizarla”.

El especialista conceptualizó estos cambios en la tradicional estructura del multilateralismo como “mundo multiplex”, en el cual el regionalismo desempeña un papel clave como proveedor de bienes públicos en varias esferas. En un “mundo multiplex”, los actores no son sólo los Estados o grandes poderes, sino también las instituciones internacionales, las organizaciones no gubernamentales, las corporaciones multinacionales y las redes trasnacionales, que están ligados por complejos vínculos globales tanto comerciales como financieros y productivos. Según Acharya, la interdependencia, hoy, va más allá de los aspectos económicos e incluye otros asuntos como medio ambiente, salud, derechos humanos y redes sociales. Este nuevo mundo incluye múltiples capas de gobernabilidad, que pueden ser globales, inter-regionales, regionales y domésticas.

En este marco, los antiguos mecanismos de provisión de bienes públicos están evolucionando hacia funciones más amplias y complejas; además, están emergiendo nuevos mecanismos y modelos de liderazgo. “Las condiciones para el regionalismo son diferentes en las distintas partes del mundo. Y, además, en el mundo proliferan distintos modelos; no hay un esquema universal que pueda replicarse. Pero es un hecho que las organizaciones y los acuerdos regionales están creciendo en todo el mundo.”

Luego, Joaquim Tres se refirió al programa de Bienes Públicos Regionales (BPR) del BID, que se puso en marcha doce años atrás.  Como parte de esa iniciativa, ya se aprobaron más de 154 proyectos, con más de 100 agencias ejecutoras y más 700 entidades involucradas, por un monto de US$ 1.000 millones.

“El programa de Bienes Públicos Regionales se estableció porque creemos que hay desafíos que se afrontan de manera más eficaz y eficiente a partir de la acción colectiva de varios países -sostuvo el ejecutivo del BID-. Con ese objetivo, es preciso seleccionar las iniciativas que pueden tener un alto impacto en el desarrollo.” Luego, explicó cómo define el BID este concepto: “BPR son productos, servicios o recursos que son consumidos y producidos colectivamente por el sector público y, si es pertinente, por el sector privado en un mínimo de tres países de América Latina y el Caribe”.

Según Tres, el rol de esta iniciativa del BID es corregir los “desincentivos a la cooperación regional”, que consisten en insuficiente liderazgo, apoyo institucional, recursos o comprensión del alcance de los compromisos y beneficios que resultan de la generación de BPR. Este tipo de programas acompañan a los procesos de coordinación regional “hasta que la generación del BPR haya alcanzado un punto en el cual los beneficios y el marco institucional sean claros”. Y como resultado, se obtienen acuerdos intergubernamentales, planes de implementación o diseño de arreglos institucionales “para mantener la cooperación”.

Entre los principales obstáculos a la provisión de BPR se destacan las fallas de mercado -por ejemplo, ¿quién asume a nivel internacional la provisión de un bien cuyo consumo no tiene costo? –  y las fallas del Estado -por ejemplo, quién media entre los intereses nacionales; la asimetría e incertidumbre sobre cómo se distribuyen los beneficios y qué institución a nivel internacional gobierna el bien público-. “Los policy makers son los que tienen que responder a la demanda social de acceder a los bienes públicos”, resumió el funcionario del BID.

Dos rasgos de los BPR son la “no rivalidad” y la “no exclusión”. Mientras la primera alude a que no hay competencia en el consumo del bien, “de forma que pueden sumarse nuevos consumidores sin perjuicio de los ya existentes”, la segunda se refiere a que “los bienes públicos están disponibles para todos los usuarios posibles sin costo alguno”.

El especialista aludió a la importancia de realizar evaluaciones de este tipo de programas mediante el monitoreo y de los indicadores de progreso; la evidencia empírica cualitativa y cuantitativa, y las evaluaciones de impacto. Esto permite aprender lecciones sobre los BPR que funcionan y de aquellos que no funcionan, así como conocer por qué tienen éxito algunos proyectos y por qué otros fracasan.

Posteriormente,  Gustavo Beliz se refirió a la alianza Intal-Latinobarómetro, un bien público regional del BID que tiene por objetivo medir de manera sistemática “la opinión pública de los latinoamericanos sobre temas vinculados a la integración regional, y cuyo cuestionario fue construido colectivamente por representantes de ocho países”.

A través de la iniciativa, que lleva su tercera edición consecutiva, se realizaron 20.000 encuestas a habitantes de 18 países de la región. Como primera conclusión del sondeo, el director del Intal-BID afirmó que “la integración de América Latina no está en cuestión”. Y precisó: “En un mundo donde los procesos de fragmentación se aceleran, el promedio regional de apoyo a la integración económica en América Latina es altísimo, del 77%. Es un enorme capital político para la región, que contradice la supuesta falta de legitimidad de los procesos de integración”.

La integración política de América Latina también cosechó altos niveles de apoyo, con un promedio regional del 61%. Además, “los latinoamericanos valoran los esfuerzos de integración al mundo que hacen sus países; en este caso el   promedio regional es del 63%”, dijo Beliz.

Los habitantes de América Latina asocian la integración principalmente con el libre comercio, el diálogo político y el libre movimiento de las personas y los trabajadores. Así, por ejemplo, el 88% está acuerdo con la libre movilidad del empleo de un país a otro.

Entre los habitantes de la región también se destaca un alto apoyo a la globalización; de hecho, el 78% de los encuestados considera que este proceso contribuye al desarrollo económico.  “Entienden un concepto de pluri-globalización -señaló el director del Intal-.  La globalización no sólo se trata de mercancías o el comercio, sino que también involucra a las personas y el trabajo. Así, no entienden a la integración solo como un mecanismo de comercio con piloto automático.”

En cuanto al uso de tecnología, el 88% considera que manejar Internet y las nuevas tecnologías es indispensable para moverse en el mundo de hoy; en tanto, para el 73% es impostergable el acceso universal a Internet, incluso más que el despliegue de infraestructura tradicional, como las carreteras.   A pesar de esto, sólo un 14% de los habitantes de la región compró algún producto a través del comercio electrónico.

“Nuestra hipótesis es que alto apoyo a la integración en términos amplios tiene mucho que ver con el fenómeno tecnológico y el acceso a las nuevas tecnológicas -concluyó Beliz-. Se trata de una nueva geografía, que no tiene que ver solo con lo físico, sino que también es virtual.”