Por: Ana Inés Basco

Equidad de género en la era de los algoritmos.

Como parte del Programa de Bienes Públicos Regionales (BPR) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se creó hace tres años la alianza INTAL-Latinobarómetro. El Programa de BPR apoya proyectos para resolver los desafíos de los países de América Latina mediante la cooperación regional. En esta dirección, la alianza tiene como objetivo estudiar el comportamiento de la opinión pública desde un ángulo comparativo y explorando variables vinculadas a la inserción externa de los países. A la vez, sinérgicamente, es incorporan variables estadísticas objetivas relativas, entre otros aspectos, al intercambio comercial y la integración política y social, de modo de generar una plataforma de conocimiento actualizado y pertinente sobre esta dimensión.

El proyecto genera un bien público regional consistente en un sistema anual de seguimiento de los procesos de integración en América Latina, elaborado colectivamente por los gobiernos de los países participantes y utilizado por éstos para tomar decisiones de política pública.

Este artículo presenta los principales resultados asociados a la agenda de género de los latinoamericanos y permite concluir que este tema no nos resulta indiferente. Si bien la desigualdad de género no ocupa un lugar prioritario en la agenda del desarrollo, una gran parte de la sociedad reconoce la existencia de conflictos entre mujeres y hombres y apoya una representación igualitaria de géneros en el parlamento y en el poder judicial.

Igualdad de género

A nivel global, el tema de la desigualdad de género ha ganado un lugar importante en la agenda de desarrollo de los países. Las 193 naciones que integran la ONU acordaron la inclusión de un objetivo independiente para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).[1] Cada vez más, se reconoce que las mujeres no gozan de igualdad de oportunidades que los hombres. Cualquiera sea el país de residencia, las estadísticas mundiales muestran que las mujeres tienen menos ingresos que los hombres, su trabajo es peor remunerado, están expuestas a tasas más altas desempleo, y son más pobres.[2] Además, son las que dedican más horas de su día al trabajo no remunerado: trabajo doméstico y cuidado de otras personas como hijos, padres, familiares, etc.[3]

¿Qué importancia le damos los latinoamericanos a la igualdad de género? ¿Se visualizan las desigualdades? ¿Hay conflictos perceptibles entre hombres y mujeres en América Latina?

La igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres se ubica en el puesto 8 de la agenda del desarrollo con 34% de las menciones. Uruguay es el país más preocupado por la igualdad de género con 44% de las menciones y Panamá es menos preocupado con 24% (Ver Figura 1).

Figura 1

 

Figuras 2, 3 y 4

Se ha observado que la desigualdad, en particular, aquella relacionada con la distribución del ingreso y la pobreza, es menos visualizada entre quiénes más la sufren. Al parecer, las nociones de “justicia” o “injusticia” están determinadas componentes de subjetividad de las personas. Pero la desigualdad social es un fenómeno complejo y como tal, tiene leyes de reproducción que no hacen más que profundizar sus raíces.[4]  En este marco, resulta importante conocer qué opinan las mujeres latinoamericanas sobre la igualdad de género, ¿visualizan las mujeres la desigualdad de oportunidades que enfrentan?

La importancia de la igualdad de género en la agenda del desarrollo de los países está levemente más presente en las mujeres (1 punto porcentual por arriba de la media), en las generaciones más jóvenes y en las personas de mejor situación socioeconómica (ver Figura 4).

Al comprar las respuestas por países con el índice de desigualdad de género, vemos que en donde la desigualdad es mayor (índice cercano a 1), la percepción de su importancia para la agenda de desarrollo disminuye (ver Figura 5). Al mismo, los países con mayor PBI por habitante y mayor Índice de Desarrollo de Género son los que más identifican a la igualdad de género como un tema importante para el desarrollo (correlaciones positivas de 0,60 y 0,51 respectivamente).

Figura 5

Nos preguntamos también cuán visible es para los latinoamericanos las tensiones o conflictos entre hombres y mujeres. El reconocimiento promedio de esta tensión es del 66% (45% reconoce que es “fuerte” y 21% que es “muy fuerte”). Al analizar las respuestas por países, encontramos el máximo en República Dominicana (88%) y el mínimo en Uruguay (51%) (ver Figura 6).

Figura 6

El poder y el cupo

América Latina cuenta con una población total de aproximadamente 604 millones de personas, de los cuales, 49% son hombres y 51% son mujeres.[5]  Esta conformación natural dista mucho de la forma en que se distribuyen los cargos de poder y cargos jerárquicos entre hombres y mujeres en la región. Por ejemplo, sólo el 28% de los cargos legislativos de Latinoamérica son ocupados por mujeres (promedio regional para el año 2016).[6] La participación femenina en los máximos tribunales de justicia ronda el 28.3% (promedio regional para año 2014).[7] En los cargos del ejecutivo, sólo el 22,5% son mujeres (promedio regional para 2016)[8] aunque se observa importantes diferencias entre países: Nicaragua tiene un 57% de mujeres en sus gabinetes ministeriales, mientras que Guatemala un 12%.

¿Están de acuerdo los latinoamericanos con establecer cupos para garantizar una representación igualitaria de géneros en los distintos poderes?

 

Al consultar la opinión de los latinoamericanos sobre una distribución igualitaria de los cargos ocupados por hombres y mujeres en el parlamento y en la justicia, encontramos que casi 7 de cada 10 personas apoyan la propuesta: entre 71% y 72% de respuestas “muy de acuerdo” y “de acuerdo” (ver Figura 7).

Figura 7

En ambos casos, las respuestas a favor de una representación igualitaria de géneros en el parlamento y en la justicia son más frecuentes entre las mujeres que entre los hombres. Los jóvenes menores de 25 años y los adultos mayores son los que menos apoyan esta idea. La situación socioeconómica no parece influir en las respuestas (ver figuras 8, 9, 10, 11, 12 y 13).

Figura 8

Figura 9

Figura 10

 

Figura 11

 

Figura 12

Figura 13

Una mirada por países muestra que más del 80% de las personas en República Dominicana y Brasil están de acuerdo con la igualdad en la representación parlamentaria. El apoyo mínimo se observa en Panamá con el 60% y Paraguay con 64% (ver Figura 14). Hacia el interior de cada país, no se encontraron diferencias significativas entre el apoyo a la paridad de género en el poder legislativo y en el poder judicial (en promedio la variación fue del 1 punto porcentual, exceptuando a Guatemala donde la preferencia por igualdad en el poder legislativo fue 5 puntos porcentuales superior a la igualdad en la justicia). Por lo tanto, el máximo apoyo a la paridad en el poder judicial se ubicó nuevamente en República Dominicana (81%) y el mínimo en Panamá (60%).

El apoyo que logra la distribución igualitaria de cargos parlamentarios y judiciales estaría más relacionada con valores como “igualdad de oportunidades para todos” e “igualdad de género” en la agenda del desarrollo de los países, que con la visualización de conflictos entre hombres y mujeres[9] (ver Figura 14).

 

Figura 14

Con relación a la representación parlamentaria, debe mencionarse que la gran mayoría de los países de la región cuenta con cupos o algún otro mecanismo legal para promover una distribución más equitativa de los cargos. En 1991, Argentina fue el primer país de América Latina en establecer cupo de género en el poder legislativo. Actualmente conviven distintos sistemas electorales y de representación; mientras algunos fijaron un cupo legal mínimo[10] otros exigen una representación igualitaria del 50% para cada género.[11] Pero, en muchos casos, la participación de las mujeres en el parlamento no alcanza los mínimos establecidos por ley (ver Figura 15). Al parecer, ni los cupos, ni la cantidad de mujeres que efectivamente ocupan cargos parlamentarios, resultan explicativos del alto apoyo social que logra la distribución igualitaria de cargos parlamentarios en América Latina.

 

Figura 15

La pobreza tiene género y es mujer

 

Las mujeres y los hombres se insertan de manera desigual en el mercado laboral. Como consecuencia, ellas perciben menores ingresos y son más vulnerables a la pobreza. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hacia 2015 el 49,5% de las mujeres participaba del mercado de trabajo mientras que los varones lo hacían en un 76,1% (1,53 veces más que ellas). En América Latina, la participación de ambos sexos en el mercado de trabajo   es levemente superior al promedio mundial; 52,2% (mujeres) y 79,7% (hombres), aunque la brecha es prácticamente la misma: 1,52 veces a favor de los hombres. Pero la tasa de desempleo de las mujeres latinoamericanas es 8,5%, mientras que la de los hombres es 5,7%.[12]

La mayor inserción de las mujeres en el trabajo informal se reitera en varias regiones del mundo. Según datos de ONU Mujeres,[13] en Asia meridional más del 80% de las mujeres en empleos no agrícolas se desempeña en el sector informal y en África subsahariana esta cifra es del 74%. En América Latina y el Caribe el 54% de las mujeres trabaja en la informalidad, mientras que los hombres lo hacen en un 49%, lo que arroja una brecha de 5 puntos porcentuales entre ambos géneros.

Aunque no hay datos disponibles para todos los países de la región, es posible afirmar que las mujeres dedican más horas de su día al trabajo no remunerado que los hombres: 4,8 horas contra 1,5 horas).[14] Es decir, las mujeres latinoamericanas dedican, en promedio, 3 horas y 23 minutos más que los hombres a tareas como limpiar, cocinar, lavar, planchar, cuidar de los niños, de los ancianos y otros miembros de la familia, y muchas otras tareas que no son retribuidas con ingresos.

La brecha de ingresos entre géneros es también un hecho global; las mujeres ganan entre el 60% y el 75% del salario que perciben los hombres (promedio mundial).[15] En América Latina y el Caribe, a pesar de que esta diferencia se redujo en 12 puntos desde 1990 hasta 2014, las mujeres ganan -en promedio- el 83% de lo que perciben los varones, alcanzando mínimos de 75,4% cuando se comparan personas con igual cantidad de años de estudio.[16]

Las mujeres latinoamericanas se incorporan en los sectores económicos menos productivos, donde se pagan remuneraciones más bajas. Entre estos sectores se distinguen la agricultura, el comercio y los servicios. Así, 1 de cada 10 mujeres latinoamericanas trabaja en la agricultura y 4 de cada 10 presta servicios domésticos.[17] Mientras que el 78,1% de las mujeres de la región trabaja en sectores de baja productividad, el 14,2% lo hace en sectores de productividad media (construcción, industria manufacturera, comunicaciones y transporte), y sólo el 7,7% se desempeña en sectores de productividad alta (producción de energía, petroquímica y finanzas).

Es decir, las mujeres latinoamericanas, en comparación con los hombres, tienen una menor participación en la fuerza laboral, enfrentan mayores tasas de desempleo, dedican más horas al trabajo no remunerado y tienden a insertarse (en mayor medida que sus pares masculinos) en el sector informal de la economía o en los segmentos menos productivos, con lo cual enfrentan mayor inestabilidad laboral, tienen menor cobertura de seguridad social y perciben ingresos más bajos. Así, las mujeres están más expuesta a la condición de pobreza.

A modo de conclusión, se puede destacar que, aunque la igualdad de género no emerge como prioritaria en la agenda del desarrollo de los países, la gran mayoría de las personas (66%) reconocen la existencia de conflictos entre hombres y mujeres, y el 72% apoya una distribución igualitaria de cargos en el parlamento y en la justicia.

[1] Objetivo transformador independiente para alcanzar la igualdad de género, los derechos de las mujeres y el empoderamiento de las mujeres: imperativos y principales componentes. 2013. New York: ONU Mujeres.

[2] Mercedes D´Alessandro. 2016. Economía Feminista; cómo construir una sociedad igualitaria sin perder el glamour. Buenos Aires: Penguin Random House.

[3] Las Mujeres en el trabajo. Tendencias 2016. 2017. Geneva: OIT.

[4] El documento  La matriz de la desigualdad Social en América Latina. 2016. Santiago de Chile:  CEPAL. reconoce la existencia de ejes estructurantes en la matriz de la desigualdad social. Estos ejes “se entrecruzan, potencian y encadenan a lo largo del ciclo de vida, lo que da lugar a una multiplicidad de factores de desigualdad o discriminación que interactúan de forma simultánea o acumulándose a lo largo del tiempo. La confluencia de múltiples desigualdades y discriminaciones caracteriza a los “núcleos duros” de la pobreza, de la vulnerabilidad y de la exclusión social y hace que persistan y se reproduzcan”.

[5] Datos de libre acceso del Banco Mundial. Banco Mundial. Fecha de consulta: octubre de 2017.

[6] Proporción de escaños ocupados por mujeres en los parlamentos nacionales. Unión Interparlamentaria. Datos de libre acceso del Banco Mundial. Banco Mundial. Fecha de consulta: octubre 2017.

[7] Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe. CEPAL. Fecha de consulta: octubre de 2017.

[8] Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe. CEPAL. Fecha de consulta: octubre de 2017.

[9] Se encontraron correlaciones positivas entre los países favorables a una representación igualitaria (en el parlamento y en la justicia), y la identificación de “igual de oportunidades para todos” (correlación de 0,52) e “igualdad de género” (correlación de 0,55) en la agenda del desarrollo. Al mismo tiempo, la correlación entre los países que apoyan una distribución igualitaria de cargos y la visualización de conflictos entre hombres y mujeres arrojó valores positivos pero insignificantes (0,17).

[10] Paraguay: cupo 20%. Argentina, Brasil, Colombia, El Salvador y Perú: cupo del 30%. República Dominicana: cupo 33%. Chile: cupo 40%. Observatorio de igualdad de género. CEPAL

[11] Bolivia, Costa Rica, Honduras, México, Nicaragua, Panamá y Venezuela: representación igualitaria de 50% para cada género. Observatorio de igualdad de género. CEPAL

[12] Promedios regionales metodología OIT. Fuente: World Bank data base.

[13] “El Progreso de las Mujeres en el Mundo”. ONU Mujeres, 2015.

[14] Fuente: ONU Mujeres. Sin datos para El Salvador, Perú, República Dominicana, y Venezuela. Último dato disponible por país: 2013 Argentina y Uruguay; 2012 Brasil, Colombia y Ecuador, 2011 Costa Rica, Guatemala y Panamá; 2010 Perú; 2009 Honduras y México; 2007 Chile; 2001 Bolivia; 1998 Nicaragua.

[15] Fuente: ONU Mujeres.

http://www.unwomen.org/es/what-we-do/economic-empowerment/facts-and-figures#notes

[16] Fuente: Observatorio de Género. https://www.cepal.org/es/comunicados/pese-avances-nivel-educacional-mujeres-persiste-brecha-salarial-genero-la-region

[17] Indicador: Estructura de la población ocupada por sector de actividad económica, según sexo, nivel de productividad y área geográfica. Fuente: Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe.