Por: Santiago Chelala

Cuál es la situación actual de la relación entre América Latina e India en el frente comercial, en materia de inversiones y de cooperación diplomática.

La primera década del siglo xxi seguramente será recordada como la década de América Latina y el Caribe (ALC) y Asia. Una explosión del comercio sin precedentes, impulsada primero por la demanda china y luego por una oleada de iniciativas diplomáticas y acuerdos de cooperación, transformó el patrón regional de inserción mundial en cuestión de apenas unos pocos años. Sin embargo, últimamente, los principales motores de esta floreciente relación entre ALC y Asia –el crecimiento excepcional de China y los precios astronómicos de los productos básicos– perdieron algo de fuerza. Por lo tanto, la situación actual requiere que se tomen medidas proactivas para darle un nuevo ímpetu a la relación ALC-Asia sobre la base de una visión estratégica del futuro, en vez de quedarse simplemente aprovechando el envión de un auge épico de los productos básicos. El contexto geopolítico actual, en el cual los protagonistas tradicionales de la integración económica se muestran menos entusiastas respecto de dicho proyecto, les da aún más fundamentos a los responsables de políticas latinoamericanos para centrarse en profundizar la integración con Asia.

En el artículo de Antoni Estevadeordal, Mauricio Mesquita Moreira y Theodore Kahn, del Sector de Integración & Comecio del BID, publicado en “LATINDIA, el futuro de la cooperación de India y América Latina”,  señala que un pilar de dicha estrategia debería ser incrementar el comercio y las inversiones con un abanico más amplio de socios asiáticos –entre ellos, principalmente, la India–. ¿Por qué la India? En primer lugar, porque, como China, es una economía de más de mil millones de personas que enfrenta importantísimas limitaciones en materia de recursos naturales. La India, por tanto, representa otro mercado potencial enorme para los productos minerales, energéticos y agrícolas que ALC exporta en abundancia. Además, ya superó a China como la economía de más rápido crecimiento a nivel mundial y se espera que se expanda a una tasa anual promedio del 7,9% entre 2018 y 2022 (mientras que, en el caso de China, el crecimiento proyectado es del 5,9%).[1] Una tercera razón para centrarse en la relación económica con la India es que sigue estando en una fase incipiente, a pesar de su claro potencial.

En 2010, el Sector de Integración y Comercio del Banco Interamericano de Desarrollo publicó un informe titulado India: oportunidades y desafíos para América Latina, que puso de relieve las posibilidades de la relación ALC-India. Por un lado, el informe argumentó que una fuerte complementariedad de los recursos –como ocurre con todos los socios comerciales asiáticos de la región– sienta las bases para una relación comercial robusta. Asimismo, la India presentó una dinámica diferente de la de China, debido al liderazgo mundial del primero como exportador de servicios, especialmente en el sector informático, y también debido a que su sector manufacturero se encuentra relativamente poco desarrollado. Sin desconocer las presiones competitivas sobre las empresas informáticas de ALC, esta característica de la economía india fue una fuente de importantes complementariedades, como la de las inversiones indias en estas áreas para aprovechar la vasta población anglohablante latinoamericana y su proximidad geográfica al inmenso mercado estadounidense. No obstante, la principal conclusión del informe fue que el volumen del comercio (y, en menor medida, de las inversiones) entre las economías se encontraba muy por debajo de lo que los parámetros fundamentales sugerían que era posible. El culpable principal de este “comercio perdido” eran los altos costos del comercio –originados no solamente por los aranceles tradicionales, sino también por una serie de barreras no arancelarias y elevados costos de transporte entre economías muy distantes–.

Cuando examinamos la relación entre ALC y la India desde la perspectiva de 2017, muchas de esas conclusiones siguen vigentes. En primer lugar, la magnitud del comercio bilateral sigue sin aproximarse a su potencial. Esto se da particularmente en comparación con el creciente intercambio entre ALC y China, pero también cuando se lo compara con otros socios comerciales asiáticos de perfiles más bajos, como Corea o los países de la ASEAN. En la década pasada, tampoco se observó un claro despegue de las inversiones indias en ALC, como muchos, a mediados de los 2000, creían que ocurriría. Incluso, los altos aranceles (muchas veces, prohibitivos), especialmente aquellos que gravan las exportaciones agrícolas de ALC hacia la India, siguen siendo una de las principales explicaciones de la debilidad de los flujos comerciales entre ALC y la India. Otros factores –que prácticamente no se preveían a mediados de los 2000– incluyen las fuertes recesiones que experimentaron varias economías de ALC en los últimos años y los precios deprimidos de los productos básicos a nivel mundial, que socavaron muchísimas operaciones importantes de comercio e inversiones con la India. Si bien estas tendencias dieron lugar a una desaceleración general del comercio entre ALC y Asia, el comercio con la India sufrió una contracción particularmente fuerte a partir de 2014.

Por otro lado, también sería erróneo sugerir que no se produjo ningún avance. Después de todo, el comercio entre ALC y la India creció a una tasa promedio anual del 25% entre 2007 y 2014, cuando alcanzó un récord histórico de US$ 45.000 millones. Las empresas indias, que van desde el líder mundial en informática Infosys, gigantes farmacéuticos –como Glenmark–, la energética ONGC y el fabricante de autos de lujo Jaguar (propiedad del grupo Tata Motors), invirtieron en proyectos importantísimos en la región a lo largo de la última década. Sin embargo, traducir estos éxitos en una integración económica que se profundice de manera sostenida requiere abordar de una vez para siempre las barreras –desde las políticas comerciales tradicionales hasta los problemas relacionados con la infraestructura, la conectividad y la simple falta de información– que han venido frenando la relación hasta ahora. En este sentido, Chile, que recientemente negoció una importante ampliación de su acuerdo de comercio preferencial con la India –inicialmente muy limitado–, es un ejemplo a seguir.

Creemos que es el momento apropiado para que los gobiernos de toda la región tomen medidas más proactivas y pragmáticas a fin de destrabar el potencial de la relación entre ALC y la India. Hacerlo proporcionará una base más sólida para que las dos economías puedan atravesar el período actual de incertidumbre geopolítica mundial y arquitectura cambiante de la integración Asia-ALC.

La situación del comercio

La evolución del comercio entre ALC y la India a lo largo de la última década y media siguió principalmente al comercio de la región con Asia en general. A partir de 2003, los flujos de comercio iniciaron un período de crecimiento vertiginoso, impulsado por una fuerte complementariedad de los recursos y el auge de los precios de los productos básicos. No obstante, a partir de 2012, el crecimiento del comercio se estancó y, en los últimos años, se contrajo, en medio de una fuerte caída de los precios de los productos básicos que exporta ALC y una recesión económica en varias de las economías más importantes de la región. Las exportaciones latinoamericanas hacia la India, de hecho, superaron a las importaciones a lo largo de este período, lo cual contrasta con los déficits comerciales considerables que la región acumuló con China, Japón y Corea. A diferencia de estas otras economías asiáticas, la India todavía tiene que surgir como potencia manufacturera mundial con capacidad para exportar productos altamente competitivos hacia ALC.[2] Sin embargo, gracias a su inmensa reserva de mano de obra, la India tiene todo el potencial necesario para convertirse en el próximo centro manufacturero de bajo costo, un objetivo al que el Gobierno apuntó con su nuevo programa Hecho en la India. Asimismo, la mayor parte del superávit comercial que acumula la región con la India se debe al pico que alcanzaron las exportaciones de petróleo a partir de 2012 (cuando se duplicaron de US$ 10.000 a US$ 20.000 millones) y que, desde entonces, han disminuido.

Los flujos comerciales totales entre ALC y la India fueron sensibles a ventas ocasionales de las grandes empresas que dominan los sectores de los recursos naturales en la mayoría de los países de ALC.[3] Esta volatilidad también se ve reflejada en el breve y excepcional saldo favorable de la balanza de la región con la India entre 2012 y 2014. La dependencia del petróleo que muestran las exportaciones de ALC a la India también señala los niveles comparativamente bajos de las exportaciones de minerales y metales, que desempeñaron un papel muy importante en las exportaciones de la región hacia China y Japón. Si el avance del sector manufacturero de la India cobra fuerza, desde luego que se espera que desencadene un aumento de la demanda de las exportaciones de minerales de ALC.

Por el contrario, las importaciones de ALC desde la India están más diversificadas, como demuestra el hecho de que los cuatro principales productos (definidos según el Sistema Armonizado a 6 dígitos) dan cuenta de apenas el 31% del total, mientras que los cuatro principales productos que la región exporta a la India explican el 85% del total.

Estos antecedentes de volatilidad y concentración extrema de los productos resaltan la necesidad imperiosa de diversificar las exportaciones de la región, un tema de discusión habitual en las relaciones entre ALC y Asia. El punto de partida lógico sería expandir la gama de exportaciones basadas en recursos naturales y agregarles valor, dadas las evidentes ventajas comparativas que ALC tiene en esta área y las complementariedades obvias con la India, cuyos recursos son escasos. Los exportadores de la región deberían, por ejemplo, tratar de desplazar sus ventas a productos agrícolas, minerales y metálicos que incorporen mayores niveles de procesamiento (y, por tanto, les brinden márgenes más altos), en vez de participar como exportadores de recursos naturales en los eslabones inferiores de la cadena de valor.

Por otra parte, los escalonamientos arancelarios –incremento de las alícuotas en función del grado de procesamiento de un producto– no parece ser un problema importante para las exportaciones de ALC hacia la India, a diferencia de lo que sucede en otros mercados asiáticos, como China y Japón. De hecho, la India mantuvo una estructura arancelaria “invertida”, en la cual los derechos sobre las materias primas y los productos primarios tendieron a ser mayores que aquellos aplicados sobre los bienes más procesados en ciertos sectores, aunque el gobierno está tomando medidas para cambiar este aspecto de su política comercial.

Este ímpetu renovado de la integración ALC-Asia implica una oportunidad muy importante para la región, pero también entraña algunos riesgos. Uno de ellos es que el menú de opciones que se están considerando –un RCEP ampliado o un TPP reestructurado– probablemente solo incluya a un subconjunto muy pequeño de economías latinoamericanas. Mientras tanto, la India potencialmente se arriesga a quedar marginada por un proyecto de integración liderado por China. Otra preocupación es que cualquier acuerdo con una cobertura geográfica extensa en Asia y ALC terminaría tan diluido que no podría enfrentar las muy concretas y reales barreras de política que existen entre ALC y la India. Las negociaciones en aras de un RCEP, por ejemplo, se toparon con los instintos proteccionistas de algunos participantes.

Frente a este escenario, los gobiernos de ALC deberían diseñar y llevar adelante estrategias proactivas y orientadas específicamente para atacar las barreras más acuciantes al comercio y la inversión con la India. Incluso si los tratados interregionales profundos y amplios resultan difíciles de concretar, los gobiernos pueden avanzar haciendo frente a cuestiones más oscuras pero muy importantes, como las barreras técnicas al comercio, y centrarse exclusivamente en los aranceles elevados que enfrentan algunos productos en los que la región tiene un gran potencial para exportar al mercado indio.

Por otro lado, los tratados comerciales no son el único camino para que los responsables de políticas logren avanzar en la integración con la India. Las políticas destinadas a reducir los costos de transporte –incluidos los acuerdos para liberalizar los servicios de transporte y las mejoras de los puertos y el resto de la infraestructura física de ALC– constituyen un complemento indispensable para la agenda de política comercial tradicional. Finalmente, superar la falta de familiaridad entre las economías generando más información y fomentando intercambios educativos y culturales puede desempeñar un papel fundamental para acortar la distancia que se percibe entre ALC y la India. Más allá de las acciones que emprendan los gobiernos, las empresas deberían adoptar un enfoque más ambicioso y proactivo respecto de una economía que está al borde de tomar la posta como principal impulsora del crecimiento mundial en las décadas venideras. El resto de este volumen pone de relieve estas cuestiones y sugiere posibles vías para avanzar hacia esta prometedora asociación económica, aun no materializada.

Este es un resumen del artículo publicado en LATINDIA. Para ver el artículo completo descargue la publicación en pulsando aquí.

[1] Según las proyecciones de las Perspectivas de la Economía Mundial del FMI.

[2] Por otro lado, la India alberga, desde hace muchísimo tiempo, un sector de servicios competitivo a nivel mundial. Como explicaremos más adelante, las exportaciones de servicios hacia ALC no quedan reflejadas en estos gráficos, que incluyen solamente las exportaciones de bienes.

[3] Un ejemplo notable es el de la empresa petrolera estatal de Venezuela, PDVSA, que tuvo que recortar drásticamente sus envíos de petróleo hacia la India después de 2014 para poder cumplir con las obligaciones que había asumido en los acuerdos con China y Rusia, a los que tenía que pagar préstamos con petróleo. Las reducciones de los embarques de petróleo de Venezuela hacia la India explican una proporción significativa de la fuerte caída del comercio bilateral total a partir de 2014. Ver Ulmer, Parraga y Verma (8 de marzo, 2017).