Por: Santiago Chelala

Cómo puede América Latina contribuir a la seguridad alimentaria de la India y a cubrir las necesidades nutricionales más acuciantes del país asiático.

La India es un país con deficiencias en proteínas y grasas. La Revolución Verde de la India generó superávits de carbohidratos al mejorar los rindes del trigo y el arroz. En cambio, la producción de legumbres per cápita (lentejas y porotos) –la principal fuente de proteínas del país– está estancada desde hace más de 40 años. Según la Organización Mundial de la Salud (2007), el consumo diario de proteínas recomendado para un adulto varón sano es de 0,83 gramos por kilogramo de peso corporal, de modo que un hombre de 80 kg de peso debería consumir 66 g de proteínas por día. La Asociación de Legumbres y Granos de la India (2017) señala que el consumo promedio de proteínas provenientes de las legumbres apenas alcanza los 10 gramos por día.

El artículo de Dave Ramaswamy, especialista indio de IndusLatin Ventures, publicado en “LATINDIA, el futuro de la cooperación de India y América Latina”, por el INTAL señala que de 1.260 encuestados provenientes de siete ciudades de la India, el 91% de los ciudadanos es vegetariano y el 85% de los que no son vegetarianos tenían déficits proteicos en sus dietas, independientemente de su clase social o género. La muestra comprobó que la ingesta de proteínas del 88% de las personas era inferior al consumo ideal, lo cual dio cuenta de una brecha importante entre las necesidades y el consumo de cada individuo.

El Sistema Público de Distribución (SPD) de la India –un sistema de seguridad alimentaria para la población pobre del país– solo subsidia, de los cultivos alimenticios, el trigo, el arroz y el azúcar, y fija precios de compra mayoristas para estos tres productos básicos. El SPD excluye las legumbres/lentejas y los aceites comestibles del subsidio. Al no contar con incentivos, los productores agrícolas hicieron recortes o, incluso, abandonaron la producción de oleaginosas. Los investigadores que se dedican a la agricultura india no han podido incrementar los rendimientos a través de los servicios de extensión para las explotaciones agrícolas, lo cual es, una vez más, atribuible a la falta de incentivos.

Como consecuencia del cambio de los patrones dietarios, la India enfrenta una epidemia de diabetes creciente entre su población pobre, que consume carbohidratos en lugar de grasas y proteínas. Por ejemplo, pueden comprar trigo y arroz subsidiado por menos de US$ 0,10/kg, mientras que la mayor parte de las lentejas cuestan entre US$ 1 y US$ 1,50 por kilo. A diferencia de las grasas y proteínas saludables, cuyo consumo adecuado aporta saciedad, el consumo excesivo de carbohidratos refinados para compensar la falta de proteínas genera resistencia a la insulina y conduce a enfermedades, como las cardiovasculares y la diabetes tipo 2.

La población india también consume proteínas y grasas de la leche y de otros productos lácteos, como el ghee (mantequilla clarificada). Además, a medida que se incrementan los niveles de ingresos, la población urbana está aumentando su consumo de frutas a expensas de los granos. América Latina (ALC), con sus vastas extensiones de tierras agrícolas y su larga tradición como exportador de aceites comestibles, lácteos y frutas, debería centrar su atención en la India.

Escenario actual

Legumbres

En la India, la demanda de legumbres excede a la oferta, por lo cual se importan entre 4 y 6 toneladas por año desde diversos orígenes. Las oportunidades potenciales para que los países de ALC exporten más legumbres a la India son enormes. En 2016-2017 la India importó legumbres por un valor total cercano a los US$ 43 millones desde ALC –principalmente frijoles, porotos negros y garbanzos–. Esto constituye menos del 1% de las importaciones totales de legumbres de la India durante ese período, que alcanzaron los US$ 4.278 millones.

Prácticamente toda la participación de ALC en las importaciones totales de legumbres de la India es casi equivalente a la de Malaui, de US$ 39,3 millones, y apenas un 30% de la participación de Mozambique. La infraestructura agroindustrial (la tecnología agropecuaria, el equipamiento, las carreteras, los puertos, los graneros y los servicios bancarios de América Latina) se encuentra unas décadas por delante de las de Malaui, Mozambique y Birmania – especialmente, en México, Brasil y Argentina–. Por lo tanto, el potencial para incrementar las exportaciones de legumbres desde estos países hacia la India es enorme.

 Aceites comestibles y grasas lácteas

Los aceites comestibles, como el aceite de palma, de soja, de girasol y el aceite de salvado de arroz, constituyen otro sector muy importante para la India, ya que el país incrementó su consumo de aceites comestibles.

La India es el principal importador de aceites de palma, de soja y de girasol del mundo. El comercio de estos aceites en el país está dominado por las cuatro comercializadoras agroindustriales más grandes del planeta, informalmente llamadas ABCD –Archer Daniels Midland (ADM), Bunge, Cargill y Louis Dreyfus–.

Actualmente, la India importa el 70% de los aceites comestibles que consume y gasta entre US$ 10.000 y US$ 12.000 millones por año. Esto constituye el tercer mayor gasto dentro de su canasta importadora, después del petróleo crudo y el oro. El 85% de su consumo está compuesto por aceites no refinados importados de Malasia e Indonesia, mientras que el resto lo importa de Ucrania, Argentina y Brasil.

El mercado de frutas

La India es el segundo mayor productor de frutas del mundo y encabeza las listas de productores de mango, banana, papaya y guayaba. Gracias a su clima tropical y subtropical y a su vasta experiencia, la India tiene ventajas competitivas en dicha producción frutícola. Su producción nacional de frutas de clima templado, como las manzanas, las peras, los duraznos, las cerezas, etcétera, no alcanza para satisfacer la demanda interna. Por lo tanto, estas se importan en cantidades cada vez mayores de países como Argentina y Chile.

 Mitigar el cambio climático

En un estudio publicado por la revista Climatic Change, un grupo de científicos de la Universidad Estatal de Oregón, de Bard College y de la Universidad de Loma Linda (Harwatt et al, 2017) calcularon lo que ocurriría si todos los estadounidenses decidieran sustituir “carne por frijoles”. Hallaron que este cambio en la dieta produciría entre un 46% y un 74% de las reducciones necesarias para satisfacer las metas de emisión de gases de efecto invernadero (GEI) de Estados Unidos para 2020. Además, ese escenario de “carne por frijoles” ofrece importantes beneficios relacionados con la mitigación del cambio climático y otros problemas medioambientales, lo que ilustra el enorme potencial que entraña reemplazar producción animal por producción vegetal.

A diferencia de la estadounidense, la población india no necesita que la convenzan de hacer esta sustitución. Ya siguen una dieta así a raíz de las preferencias por el vegetarianismo –por motivos religiosos– de más del 85% de su población. Los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), para el año 2009, indican que el consumo de carne per cápita en la India era de 4,4 kg/año, frente a un consumo mundial promedio de 41,9 kg/año (ChartsBin Statistics Collector Team, 2013).

Asimismo, las leguminosas, como las lentejas y los garbanzos, cuyos cultivos se rotan con otros, como el maíz o el trigo, pueden reducir la necesidad de fertilizantes nitrogenados, una fuente importante de GEI. Según la FAO (2016), los cereales que se cultivan después de las legumbres rinden 1,5 toneladas más por hectárea, lo que equivale a agregar 100 kg de fertilizante nitrogenado. Las legumbres también son “climáticamente inteligentes”, ya que su sistema radicular tolera las sequías y facilita el secuestro de carbono en el suelo.

Agricultura y nutrición

La FAO (2014) define a la agricultura que tiene en cuenta la nutrición como un enfoque que trata de maximizar la contribución de la agricultura a la nutrición: “Esta estrategia hace hincapié en los múltiples beneficios derivados de disfrutar de una dieta variada y reconoce el valor nutricional de los alimentos para una buena nutrición, salud y productividad, así como la importancia social del sector alimentario y agrícola para apoyar los medios de subsistencia rurales”. Asimismo, la FAO (2015) alienta a las instituciones de financiamiento internacional para que financien inversiones en cultivos que tienen en cuenta la nutrición y señala: “Las inversiones en agricultura y sistemas alimentarios son esenciales para mejorar la disponibilidad, la accesibilidad y el consumo de alimentos de elevado valor nutritivo… deben realizarse esfuerzos para diversificar la producción y las dietas, mejorar los métodos de procesamiento para hacer que los alimentos saludables estén disponibles por más tiempo y sean fáciles de preparar, y asegurar que las inversiones sean equitativas y respetuosas del medioambiente”.

Directrices para inversiones de impacto

Según la Red Mundial de Inversiones de Impacto (2017), dichas inversiones son aquellas realizadas en empresas, organizaciones y fondos con la intención de generar un impacto social y medioambiental, más allá del rendimiento financiero. El creciente mercado de inversiones de impacto proporciona capital para poder afrontar los problemas sociales en sectores como la agricultura sostenible y la agricultura que tiene en cuenta la nutrición.

Reducir el riesgo de responsabilidad

Las legumbres son todos cultivos no OMG (organismos modificados genéticamente). Por lo tanto, apoyar a los productores de legumbres latinoamericanos para que exporten hacia la India atenúa el riesgo regulatorio de los OMG, como el que enfrenta Monsanto. En los tribunales federales estadounidenses de San Francisco hay pendientes litigios con serias implicancias globales que suman más de 1.000 juicios, a partir de los hallazgos de la Organización Mundial de la Salud, según los cuales el herbicida Roundup (glifosato) de Monsanto es “probablemente cancerígeno para el ser humano” (International Agency for Research on Cancer, 2015).

Recomendaciones de políticas

La siguiente es una lista de sugerencias de políticas públicas que se desprende del contexto previamente analizado:

  1. Apoyar los instrumentos de cobertura financiera para los agricultores de ALC que cultivan ciertos tipos de legumbres y frijoles (leguminosas). A diferencia de la soja y el maíz, que se comercian internacionalmente en la Bolsa de Chicago, los precios de las legumbres no son transparentes globalmente. Estos precios se negocian directamente con los compradores de la India y pueden oscilar con las fluctuaciones monetarias y los eventos climáticos. Sería provechoso que organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) trabajara con el Banco de Exportación e Importación de la India (Exim) a fin de crear instrumentos financieros para que los agricultores latinoamericanos amortigüen los efectos adversos de las variaciones de precios.

La rotación de los cultivos de leguminosas con otros, como el trigo y el arroz, favorece la salud del suelo por medio de la fijación de nitrógeno, se aparta de la dependencia de los monocultivos de soja o de maíz, diversifica los ingresos de los agricultores locales y promueve prácticas agronómicas que enfrentan el problema del cambio climático. Existen fondos de impacto y otros pools de capital financiero que apoyan iniciativas para el “secuestro de carbono”. El BID puede trabajar con dichos fondos y destinarlos a los productores de leguminosas de América Latina.

 

  1. Financiar productos de valor agregado basados en derivados de las legumbres. En Estados Unidos y Europa, las harinas libres de gluten fabricadas de semillas y granos van cobrando popularidad, y no solo entre quienes tienen enfermedad celíaca o intolerancia al gluten. Esto también se da entre los consumidores de las clases más acomodadas de la India y de América Latina. Todas las legumbres, incluso las lentejas y las arvejas, son libres de gluten. La harina de lentejas es una alternativa libre de gluten y con un alto valor nutricional que puede reemplazar a las harinas tradicionales para cocinar y hornear y puede mezclarse en recetas que requieren harina de trigo. Asimismo, las proteínas de las lentejas son alternativas libres de alergenos a las proteínas de la carne y los lácteos y brindan nuevas formas de enriquecer los productos alimenticios utilizando proteínas vegetales con etiquetado limpio (libres de aditivos químicos e ingredientes artificiales).

 

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