Cambio climático en América Latina y el Caribe: acción colectiva para proteger el medio ambiente.

El impacto del cambio climático en la producción y el comercio de América Latina y el Caribe

 

América Latina y el Caribe (ALC) enfrenta una encrucijada crítica ante el impacto del cambio climático, agravado por la pandemia de COVID-19. Aunque exhibe una baja contribución a las emisiones globales, la región muestra una vulnerabilidad significativa debido a sus características naturales y a la dependencia de recursos, que se manifiesta en fenómenos extremos, pérdida de biodiversidad y desafíos económicos. Ante este doble reto de adaptación y mitigación, se destaca la necesidad de implementar una acción colectiva y de fortalecer la cooperación regional para alcanzar el desarrollo sostenible de la región.

El impacto creciente del cambio climático, agravado por los efectos de la pandemia de COVID-19, ha provocado una merma de la productividad de los sistemas ecológicos de ALC, y un estancamiento del progreso contra la pobreza, la desigualdad y la inseguridad alimentaria (Organización Meteorológica Mundial, 2022). Se impone el doble desafío de adaptarse a los impactos que no podrán ser evitados y contribuir al esfuerzo global de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

Si bien la región exhibe una baja contribución al cambio climático, por sus características naturales, su especialización productiva (altamente dependiente de los recursos naturales) y su localización geográfica, se muestra sumamente sensible a las consecuencias negativas que provoca el calentamiento global. 

La visualización muestra diferentes indicadores ambientales a la vez que despliega información sobre los desafíos de la región. Unidades de medida de los indicadores:
  • MtCO2e: en millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente. 
  • Superficie Boscosa: En miles de hectáreas. 
  • Consumo y Producción de energía (primaria y secundaria): en miles de barriles equivalentes de petróleo.

La región es altamente vulnerable a los impactos esperados del cambio climático por diversos motivos: posee una estructura productiva con alta incidencia de la agricultura (el sector más sensible al clima); contiene numerosos estados insulares y zonas costeras bajas; la región central está en gran parte localizada en la franja de huracanes; depende del deshielo andino para el suministro de agua en muchos sectores urbanos y agrícolas, y está expuesta a frecuentes inundaciones e incendios forestales. A medida que el cambio climático se intensifica, crece la probabilidad de que las consecuencias sean más graves y pongan en riesgo el alcance de los objetivos pautados de desarrollo económico, social y protección ambiental.

Los impactos esperados del cambio climático en la región incluyen varios efectos significativos. La frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, como huracanes, sequías, incendios e inundaciones, se intensificará. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la temporada de huracanes del Atlántico de 2021 fue la tercera más activa registrada en ese océano y la sexta consecutiva con una cantidad de huracanes por encima del promedio, con un total de siete huracanes. Durante la misma temporada se registraron también 21 tormentas con nombre.

Se prevén pérdidas en la productividad y cosecha en varios países de la región, lo que podría exacerbar la inseguridad alimentaria. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó que en 2021 la cosecha de cereales se redujo un 2,6%. Además, según la Bolsa de Comercio de Rosario, en ese mismo año, debido a la bajante del Río Paraná a sus niveles más bajos en los últimos 50 años, Argentina perdió 620 millones de dólares en exportaciones.

Entre 2000 y 2019, ocho países del Caribe se ubicaron entre los 20 primeros a nivel mundial en términos de pérdidas económicas como proporción del PIB debido a fenómenos meteorológicos extremos (Banco Mundial, 2022). En Honduras, por ejemplo, el promedio anual de pérdidas debidas a eventos climáticos se estima en un 2,3 % del PIB.

La pérdida de biodiversidad es otra consecuencia significativa, especialmente en regiones boscosas y tropicales. Datos de CEPALSTAT indican que entre 1990 y 2020 la superficie boscosa de América Latina y el Caribe se redujo un 10%. Esta disminución se relaciona con nuevos usos de la tierra para agricultura, silvicultura y ganadería y, en menor medida, con la expansión urbana y la construcción de carreteras (CEPAL, 2021).

Los ecosistemas marinos también están siendo modificados. Según la OMM, los glaciares de los Andes tropicales han perdido al menos un 30% de su superficie desde la década de 1980, lo que aumenta el riesgo de escasez de agua para la población y los ecosistemas andinos.

Son fundamentales también los efectos de las olas de calor, así como la propagación de enfermedades y plagas, debido a que están en aumento. La FAO estima que las plagas destruyen hasta un 40% de la producción global de cultivos cada año, lo que supone una amenaza creciente para la seguridad alimentaria y el medio ambiente.

Se observa, además, un impacto diferenciado según el género. Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en los últimos 20 años a nivel mundial las vidas que se cobraron los fenómenos climáticos fueron, en un 60% mujeres. Las mujeres, además, tienen mayor riesgo de experimentar la inseguridad alimentaria, al verse más afectadas por la disponibilidad y accesibilidad a alimentos. En los países en desarrollo, aquellas que se dedican a la agricultura, especialmente en áreas rurales e indígenas, generan entre el 45% y el 85% de los alimentos. Esto las vuelve más vulnerables ante fenómenos como las sequías e inundaciones que afectan sus ingresos y sus medios de acceso a alimentos.

Los países de ALC contribuyen relativamente poco a las emisiones de GEI globales (Comisión Europea, 2022). La región es responsable del 8% de este tipo de emisiones a nivel mundial. La agricultura, los cambios en el uso de la tierra y la silvicultura, representan el 47% de las emisiones en América Latina y el Caribe, un nivel muy superior al promedio mundial, que es del 19%. La energía, el consumo de electricidad y el transporte, por su parte, representan otro 43% de las emisiones (Banco Mundial, 2022). 

La respuesta a los desafíos que plantea el cambio climático requiere de la cooperación regional, tanto para comprender las implicancias del fenómeno sobre el desarrollo regional sostenible como para evaluar cómo podría la región colaborar en los esfuerzos internacionales de mitigación.

Se precisa de la acción colectiva y la cooperación regional para reflexionar sobre estrategias de mitigación y adaptación conjuntas. Para ello, es necesario crear foros regionales donde se puedan discutir y debatir problemáticas comunes y posibles soluciones, incorporando de manera transversal la perspectiva de género.

Es fundamental identificar y aprovechar oportunidades en áreas y sectores con potencial para reducir las emisiones regionales de GEI y contribuir al desarrollo sostenible local y regional. Estas medidas están principalmente relacionadas con la eficiencia energética, las energías renovables, el transporte sostenible, el manejo integral de los residuos, las prácticas agrícolas sostenibles y la deforestación evitada. El gran desafío a nivel regional consiste en identificar y explotar estas oportunidades, considerando las barreras de implementación que enfrentan, como las financieras, de información, de incentivos e institucionales.

Es crucial trabajar en la sensibilización de los tomadores de decisiones y de la población en general, mejorando la medición de los impactos y costos económicos y aumentando el alcance de su difusión. También es importante analizar sinergias entre adaptación y mitigación en sectores clave como agua, energía y agricultura-silvicultura.

Impulsar avances regionales en desarrollos tecnológicos y en la difusión de información y buenas prácticas es esencial. Esto incluye el desarrollo de proyectos de investigación y desarrollo (I&D) y proyectos piloto para evaluar, adaptar y aplicar tecnologías de interés común a escala local, como el desarrollo de variedades agrícolas adaptadas a sequías o inundaciones y tecnologías para el aprovechamiento energético de biomasa.

Finalmente, es necesario encarar de manera conjunta desafíos regulatorios comunes, como el ordenamiento territorial. En síntesis, solo con la acción conjunta y la cooperación regional será posible hacer frente a la amenaza global del cambio climático.

  • CEPALSTAT
  • World Resources Institute, CAIT Climate Data Explorer
  • Banco Mundial. Hoja de ruta para la acción climática en América Latina y el Caribe. 2021-2025. BM, 2022.
  • CEPAL. La pérdida de los bosques de América Latina y el Caribe 1990–2020: evidencia estadística. CEPAL, 2021
  • Economist Intelligence Unit. Climate change, conflict and China’s reopening. Commodities outlook. London: EUI, 2023.
  • Erten, B.; Ocampo, J. A., Super cycles of commodity prices since the mid-nineteenth century, World development, vol. 44, issue C, p. 14-30.
  • Giordano, P., R. Campos y K. Michalczewsky. Monitor de Comercio e Integración 2022. Shock tras shock: América Latina y el Caribe frente a las turbulencias del comercio global. Washington DC: BID, 2022.
  • Izquierdo, A.; E. Talvi; L. Catão; E.A. Cavallo; A. Powell. All the glitters may not be gold: assessing Latin America's recent macroeconomic performance. Washington DC: BID, 2008.
  • OECD. OECD Economic Outlook: A fragile recovery. Interim Report. París: OECD, 2023. 
  • Organización Meteorológica Mundial. El Estado del Clima en América Latina y el Caribe 2021. Ginebra: OMM, 2022.