Por: Cecilia Nicolini

Los avances de la Inteligencia Artificial suponen uno de los retos más vertiginosos de nuestra época. Los robots comenzaron a competir por nuestros puestos de trabajo. ¿Cómo enfrentará América Latina y el Caribe este nuevo desafío?

No es la primera vez que el ser humano se enfrenta a un cambio radical que impactará en su forma de vivir. Sin embargo, si en algo se distingue esta nueva situación, y tiene preocupado a muchos, es la velocidad en la que se está produciendo. Hemos sido resilientes a los cambios pasados, pero la pregunta que ahora nos planteamos es si lograremos adaptarnos a una nueva realidad con la rapidez necesaria que evite un caos generalizado.

En la actualidad, muchos acuerdos comerciales, incluyendo los tratados de libre comercio, contienen capítulos especiales sobre transferencia de tecnología y sobre políticas laborales. Las nuevas tecnologías impactan en aspectos específicos del vínculo y las regulaciones del comercio, en temas de patentes y derechos de propiedad intelectual, tratamiento de nuevas posiciones arancelarias y procesos aduaneros y reglas de origen.  Las modalidades del comercio y los mecanismos de integración se ven necesitados de adaptarse a las nuevas técnicas productivas.

La situación es cuanto menos compleja. La economía global no logra retomar la senda de crecimiento lastrando con ella las economías de los países en desarrollo. Con un comercio mundial estancando, las potencias del globo apuestan a la innovación para ganar competitividad, incrementar la productividad e impulsar sus economías.

A este tímido crecimiento del PIB mundial, algunos analistas apuntan a tendencias hacia  una progresiva des-industrialización[1] y un paulatino desacople entre productividad y empleo a nivel global. La productividad crece pero cada vez hay más personas desempleadas[2] y en parte por el avance de la tecnología. La velocidad en la que se desarrolla y avanza, generando nuevas realidades (y problemas) no nos permite encontrar la soluciones adecuadas al mismo ritmo.

La tecnología está provocando cambios exponenciales y nuestra generación será la primera que vivirá más de uno de estos cambios a lo largo de su vida. Los concursos organizados por el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL) junto a Endeavor (INTAL D-TEC), junto al Massachusetts Institute of Technology (INTALENT), reflejan el potencial de los emprendedores de la región para incorporar las últimas tecnologías, incluyendo la Inteligencia Artificial, a startups regionales.

Hemos sido testigos del nacimiento de Internet y su penetración en todos los órdenes de nuestras vidas. Ya no es posible imaginar un mundo sin conexión a la red. Pero mientras nos adaptamos a esta nueva realidad, otra nueva está emergiendo. Estamos aprendiendo a fabricar mentes automatizadas que serán capaz de realizar nuestro trabajo, y reemplazarnos. Las máquinas son cada vez más inteligentes y más independientes de nosotros. La revolución robótica es una realidad. Por este motivo las principales consultoras del mundo ya se encuentran trabajando en vencer los miedos de las empresas para que incorporen inteligencia artificial a su método de producción (véase el informe de KPMG, “Got automatonophobia? Four steps for overcoming your fear and getting started with process automation”).

También think tanks globales como el World Economic Forum, en su publicación sobre el Futuro del Trabajo, y la Universidad de Oxford, con los trabajos de Carl Frey y M. Osborne, colocan a este nuevo desafío al tope de la agenda de prioridades. En la región, hay trabajos recientes, como la publicación de la Universidad de Montevideo, que estiman que el 54% de los empleos de ese país corren riesgo de automatizarse en los próximos 10 o 20 años.

Según Juan Enríquez, Director del Centro del Life Science Project de la Universidad de Harvard la tecnología se ha convertido en un dilema existencial.[3] Podríamos aferrarnos al cinismo, e ignorarla, pero su impacto será inevitable. La vía más inteligente parece ser la de entender como nos afectará y trabajar para encontrar soluciones que sin duda tendrán que ser producto de la acción colectiva. Porque será una revolución global pero que podría afectar de especial manera a aquellos países que no logren adaptarse. ¿Cómo lo harán entonces América Latina y el Caribe?

 

La carrera por fabricar una mente artificial

Desde hace años que buscamos reproducir nuestra mente de manera artificial. Y si bien los primeros años los resultados fueron poco significativos, en este último tiempo la ciencia ha avanzado a pasos agigantados. La robótica ha progresado de tal manera que hemos pasado de máquinas que realizaban tareas repetitivas y muy simples a supercomputadores capaces de procesar ingentes cantidades de datos, diagnosticar un cáncer de pulmón o salvar a una persona de una catástrofe natural.

Los expertos confían en que este tipo de avances sean una puerta para descubrir los misterios de nuestro cerebro y la naturaleza de la inteligencia biológica y algún día ser capaces de reproducir nuestra mente a imagen y semejanza. El concepto de Machine Learning[4] o aprendizaje automatizado es lo que realmente está avanzando. Con una mínima intervención humana, los robots son capaces de incorporar experiencias y acumularlas para permitirles cada vez ser más eficaces a la hora de tomar decisiones. Dependeremos cada vez más de un robot para comprobar datos, chequear un análisis o verificar resultados.

Pero entonces ¿los robots ahora son tan inteligentes como nosotros? No aún, pero lo serán. Al igual que un niño que necesita aprender para expandir sus capacidades, los robots que aprendan algún día se tornarán tan o más inteligentes que nosotros. O al menos más productivos, porque no necesitarán comer ni dormir. Con esta idea en mente, en el año 1993, Rodney Brooks entonces Director del MIT Artificial Intelligence Lab creó Cog, uno de los robots humanoides más sofisticados jamás desarrollados. Cog fue el origen de la idea de que la clave de la Inteligencia Artificial radica en que el robot pueda percibir y aprender como un niño.

Ya no se trata de sorprendernos ante la idea de que una máquina como Deep Blue le gane una partida de ajedrez al campeón mundial Kasparov en 1997, o que AlphaGo derrote al mejor jugador de Go del mundo el año pasado. [5] Lo que está realmente detrás de estos avances, son los niveles de automatización y aprendizaje profundo que le permite a las máquinas realizar tareas que antes eran exclusivamente humanas. Y eso nos atemoriza.

Ese miedo lo recoge Martín Ford en su libro “The Rise of Robots” donde asegura que ni siquiera las personas altamente cualificadas están a salvo de ser reemplazadas por una máquina. Los robots más avanzados del mundo están consiguiendo realizar tareas que hasta ahora pensábamos eran un monopolio del ser humano.

 

¿Qué tipo de tareas podrán realizar los robots?

La industria militar y de defensa ha sido históricamente la vanguardia en cuestión de desarrollo tecnológico. Elementos como el GPS o el comando por voz (SIRI) fueron desarrollados e impulsados por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Si bien luego pasaron a tener implicaciones comerciales entre la población civil (Steve Jobs compró la licencia de SIRI a SRI International) el nivel de inversión necesario para investigar y desarrollar estas aplicaciones suelen ser posibles en sectores como este.

Un claro ejemplo son los robots creados por Boston Dynamics, una Spin-off del MIT adquirida por Google. BigDog podría ser el mejor aliado de un soldado transportando carga pesada. WildCat destaca, a diferencia de su equivalente canino, en alcanzar grandes velocidades en terrenos difíciles. Atlas es una versión humanoide entrenado para realizar tareas de búsqueda y rescate. Está equipado con dos sistemas de visión y sus brazos les permiten una gran habilidad, pudiendo incluso escalar terrenos inclinados con la ayuda de sus extremidades. Todos estos robots podrían fácilmente incorporarse a cualquier escuadrón de combate pero a su vez utilizarse en tareas de rescate en ciudades devastadas por terremoto o rescatar a un grupo de montañistas atrapados por un alud.

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El Robot humanoide más avanzando de Boston Dynamics, Atlas. Crédito: Boston Dynamics.

 

Pero no todos los robots tiene el noble fin de defendernos o rescatarnos. Algunos simplemente nos harán la vida más fácil. Varias empresas afincadas en Silicon Valley ya comienzan a comercializar potenciales robo-empleados super-productivos. Tally, creada por la empresa Simbe Robotics, es una torre que se pasea entre los estantes de las tiendas y reconoce rápidamente aquellos productos que no se encuentran exhibidos. Otra empresa llamada Savioke lanzó hace poco un Robot-Conserje llamado Botlr que te entregará en tu habitación lo que has solicitado sin tener que vestirte para abrir la puerta: discreción garantizada. Y si de vigilar se trata, la empresa KnighScope ha creado los robots K3 y K5 capaces de vigilar a su alrededor, distinguir entre actividad normal y aquella que alerta inseguridad, grabar todo en tiempo real y activar la alarma en caso sea necesario.  Y mientras cientos de robots están poblando la tierra, otros conquistan el cielo. Pronto los drones nos traerán el correo, el café cada mañana, las medicinas…

Pero si hay máquinas que realmente impactarán en el mundo serán aquellas que logren curarnos, salvar vidas o incluso revolucionar nuestra forma de producir bienes y servicios. El transporte está siendo testigo de cómo los coches autónomos a corto plazo conquistarán las calles de nuestras ciudades. Y entre sus múltiples ventajas se encuentra la posibilidad de responder de forma más eficaz a un problema que actualmente aqueja principalmente a los países con grandes problemas de tránsito. Más 1,3 millones de personas mueren al año a causa de accidentes viales y la mayor parte de estas fatalidades se producen en países en vías de desarrollo. Su creciente desarrollo y mejora en predecir lo que sucede a su alrededor en tiempo real podría reducir este índice drásticamente.

Los robots se están convirtiendo también en expertos de salud. Científicos del MIT han presentado en la última Conferencia Internacional de Robótica y Automatización (Estocolmo 2016) un robot minúsculo parecido a un envoltorio de chicle llamado Origami-Robot. Está diseñado para curar una lesión en el estómago o incluso atrapar objetos que normalmente un niño puede tragarse como una batería de un reloj (que produce severos daños y es muy común) y expulsarla sin producir mayores lesiones. IBM también está en carrera, y quiere convertir a Watson en el mejor médico del mundo.

Pero si de revolución mundial se trata, los expertos no dudan en señalar que los cambios más importantes, y significativos para el empleo mundial, serán en el sector de la manufactura. Aquí podremos ver un impacto global que ya está generando amplios debates y preocupaciones. Y es que en toda esta revolución robótica el interés de las personas no es tanto si la Inteligencia Artificial acabará con la raza humana (aterrador pero aún muy lejano para comenzar a preocuparnos) o si nos permitirá llegar a la estrella más próxima a nuestro planeta, Alfa Centauri. El interés, y mejor dicho el miedo, radica en si los robots nos robarán nuestros empleos y nos dejarán sin la fuente de recursos que nos proporciona, al menos históricamente hasta hoy, los medios para vivir.

Pongamos de ejemplo a Baxter, un simpático robot con ojos grandes y manos largas que ya ha conseguido la placa de empleado del mes en varias fábricas alrededor del mundo. Sus creadores, la empresa Rethink Robotics afincada en Boston, asegura que Baxter “es una alternativa flexible, segura y de bajo coste al outsourcing y la automatización”[6]. Y lo promociona como el mejor empleado para hacer tareas repetitivas y monótonas y así liberar a los trabajadores más preparados para realizar tareas más complejas. Los empleados de la fábrica observan con recelo como Baxter, además de realizar cada vez más y mejor las tareas que se le asignan, no se cansa, no reclama vacaciones ni pagas extra y es cada vez más barato.

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Baxter en acción en una fábrica. Crédito: Rethink Robotics.

 

Creación versus destrucción de empleo

Algunos expertos confían en que la robótica será el factor decisivo de creación de empleo en los próximos años. Según un estudio publicado por Metra Martech en el año 2011 los más de 1 millón de robots que se encuentran en actividad han sido responsables de la creación de cerca de entre 3 y 5  millones de nuevos empleos. Y la tendencia indica en los próximos años se crearán un millón más de empleos de calidad alrededor del mundo. Los robots ayudarán a crear más oportunidades de empleo en las industrias más críticas de este siglo como son la energía solar y eólica, la manufactura de baterías, la producción de alimentos o electrónica entre otros.[7]

 Según resalta Peter Gorle en este mismo informe, los robots crecerán en 3 áreas críticas para el desarrollo. En primer lugar en aquellos sectores peligrosos para el ser humano como el trabajo en minas, exploración de fondos marinos o centrales nucleares. En segundo lugar en aquellas actividades que sean imposibles de realizar por personas como explorar la superficie de Marte o estrellas del sistema solar. Y tercero en aquellos sectores en donde a causa de los altos salarios sea más eficiente invertir en robots capaces de realizar esas tareas, como la industria del transporte, la manufactura o la seguridad.[8]

El último informe del Foro Económico Mundial “The Future of Jobs” señala que ningún sector escapará al impacto que la tecnología tendrá en la creación, destrucción o desplazamiento de empleos. Se estima que el 65% de los niños que actualmente están ingresando en la escuela primaria acabarán realizando empleos que todavía no existen. Sin embargo, el dato más preocupante de este informe, y que contradice a quienes son más positivos, es la posibilidad de que en los próximos 4 años, la creación neta de empleo sea negativa rozando los 5 millones de empleos. Es decir, si bien se crearán alrededor de 2 millones de nuevos empleos debido a estos cambios, otros 7 millones simplemente desaparecerán.[9]

Algunas de estas tendencias incipientes se pueden ya observar principalmente en países desarrollados. Con robots eficientes, productivos y baratos como Baxter, grandes empresas manufactureras han comenzado a relocalizar sus fábricas donde se diseña la tecnología y donde se encuentra su mercado con mayor poder adquisitivo: Europa, Estados Unidos o Japón. Adidas, por ejemplo, ha comenzado a automatizar sus fábricas y ha decidido probar en volver a emplazarlas en Alemania y olvidarse así del problema del coste salarial prohibitivo de Europa. Los “empleados” (es decir, los robots) se construyen allí cerca, y además ahora es mucho más eficiente en costes de transporte: sus consumidores están a la vuelta de la fábrica.[10]

Esta tendencia se está acentuando cada vez más produciendo un doble impacto. Por un lado los robots están reemplazando a trabajadores poco calificados (e incluso no tan poco calificados) intensificando la tendencia de desempleo en el sector de la manufactura. Por el otro lado, los países que tradicionalmente deslocalizaban sus fábricas para ser más eficientes en costes laborales, ahora deciden ubicarlas en función de sus mercados,  en consecuencia en aquellos países de mayor poder adquisitivo. Así, los países más ricos concentrarán no solo el capital y el mercado de consumo, sino también la “mano de obra” (ahora robotizada).  ¿Qué les quedará entonces a los países en desarrollo? “A corto plazo puede haber un impacto laboral. Pero a largo plazo la investigación indica que cada robot genera dos nuevos trabajos, porque las compañías se vuelven mucho más eficientes y rentables”, señala Phil Webb, catedrático de Robótica y Automatización de la Universidad de Cranfield en el Reino Unido en una entrevista con la BBC.[11]

“La velocidad de los cambios es lo que hace que esta vez sea diferente”, explica Nico Miai, Co-Fundador de The Future Society de Harvard. “La rapidez en que el valor del trabajo o el know-how se traslada de un sector de la población a otro es lo que debe preocuparnos y ocuparnos”.

En su libro “The Second Machine Age”, Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee señalan que hay un gran desfase entre un mundo que cambia tecnológicamente a una velocidad de vértigo y la capacidad que tenemos para adaptarnos. Gracias a la tecnología podremos vivir más y mejor, pero no todos se beneficiarán de la misma manera. Las personas más y mejor educadas podrán sobrevivir a esta situación, aunque tampoco lo tienen garantizado.[12]

Los autores aclaran, sin embargo, que aún hay áreas clave de trabajo que el ser humano tiene y tendrá un rol fundamental, como son la generación de ideas, los descubrimientos científicos, la creatividad artística… La tecnología simplemente amplificará la capacidad de estas personas.[13] Las emociones, el liderazgo y la destreza también son características difíciles de emular por robots, al menos por ahora.

 

La adaptación en América Latina y el Caribe

América Latina y el Caribe participa de alguna manera en esta revolución robótica aunque el impacto en su economía aún sea bastante tímido. Según la Federación Internacional de Robótica, se estima que para 2018 habrá más de 1,3 millones robots industriales instalados en fábricas de todo el mundo. En diferentes países podrían reemplazarse hasta el 85% de los empleos manufactureros por máquinas.  En la región, los países que más se han esforzado por automatizar sus fábricas han sido México y Brasil.  Según la Asociación Industrial Robótica[14] México triplicó entre 2014 y 2015 la compra de robots industriales a más de seis mil unidades. En parte, gracias a la recuperación del mercado estadunidense y la necesidad de automatizar la industria automotriz.

Una de las claves para acompañar esta transformación mundial será la progresiva automatización de nuestras industrias para lograr más productividad. Sin embargo también será fundamental plantearnos cómo contribuiremos al desarrollo del sector de la robótica y el desarrollo tecnológico en general a nivel global.  La innovación y la internacionalización son factores decisivos para la transformación estructural, el crecimiento productivo y el desempeño macroeconómico en general en la región.[15] Pero también lo será el impulso emprendedor que la región posea.

Las empresas jóvenes en especial aquellas que crecen a un ritmo acelerado serán no solo una gran fuente de generación de empleo sino también de innovaciones disruptivas que mejorarán la productividad en diversos sectores. Hoy en día, internet nos da la posibilidad de acceder a un mercado global de consumidores y rápidamente convertir una idea o prototipo en un producto o servicio disponible para consumir. En un futuro próximo, todo estará almacenado en la nube o listo para ser transportado por un dron.

Algunos ejemplos resaltan el esfuerzo de algunos emprendedores o empresas por incursionar en el mundo de la inteligencia artificial y la robótica. Es el caso de Sensus 3D, un simulador de cirugías diseñado por jóvenes ingenieros argentinos que reducen drásticamente el índice de mala praxis en intervenciones quirúrgicas. O Jarvis, un robot desarrollado por científicos chilenos capaces de interactuar con humanos y atenderlos, por ejemplo en casos de catástrofes naturales.

También contamos con emprendimientos exitosos de jóvenes premiados por la revista de MIT Technology Review en el área del transporte autónomo, robots que convierten el sonido en lenguaje de señas o mini submarinos capaces de explorar el fondo marino a través de una supercomputadora. Todos estos avances contribuyen no solo a la economía local sino que además tiene un importante impacto para el comercio internacional de los países impulsando la integración. Por ejemplo, INDIGO es una empresa del joven costarricense Sergio Ballester que a través de drones ayuda a mejorar la productividad de los cultivos a través de mapeos y fotografías aéreas con agricultura de precisión. El sello que les distingue es un software de aprendizaje automático que permite a un ordenador aprender sobre la marcha y mejorar sus resultados cuanto más se usa. Y su alcance ya está llegando a sus países vecinos.

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Sergio Ballester, premiado por MIT Technology Review en 2015. Crédito: MIT Technology Review en español.

 

Algunas direcciones

En primer lugar debemos poner muchísima atención en impulsar la tecnología en aquellos sectores clave de nuestras economías. En un mundo interconectado, no se trata de ser los mejores en todo, sino en aquello donde nos diferenciamos. El conocimiento será cada vez más especializado y colaborativo. Los países, como menciona el profesor de Harvard Ricardo Hausmann, destacarán por su desarrollo tecnológico, entendido como la capacidad de crear las herramientas, escribir los códigos y desarrollar el know-how necesario para revolucionar un sector determinado.

No se trata solo de impulsar la educación “a secas” sino de educar a los individuos para que aprendan habilidades específicas y consigan trabajar en equipo. Según esta teoría del desarrollo económico[16] se trata de aprender a jugar al “Scrabble”. La cantidad de letras que obtengamos nos permitirá mayores posibles combinaciones y así escribiremos más palabras. Los países se diferenciarán en la cantidad de letras que tengan y el número de combinaciones que logren hacer. Y cuando más se especialicen en un sector, más palabras escribirán. Se trata de diversificación y ubicuidad.

A Hausmann como a muchos otros expertos, no le preocupa la caída de empleos en la región. Históricamente siempre ha habido ciclos que han hecho temblar el mercado laboral. Lo que le preocupa es que los países de la región sigan sin comprender que mientras no generemos know-how suficiente y diferenciador en nuestros sectores más competitivos, no podremos ni sentarnos a jugar la primera partida de Scrabble.

Otra recomendación es un impulso definitivo al emprendimiento en la región. Empresas jóvenes, dinámicas y resilientes se adaptarán más y mejor a las nuevas reglas del juego, produciendo nuevos empleos y de mayor calidad, demandando además al mercado una mejora en las habilidades que los trabajadores deberán tener.

En tercer lugar debemos fomentar la integración, la cooperación y la migración entre los países. El intercambio de conocimiento y la colaboración en proyectos que requiera un elevado nivel de inversión o un amplio campo de conocimiento será decisivo a la hora de lograr resultados exitosos. A su vez, esta integración no solo deberá darse entre países y regiones sino también dentro de cada país. Las instituciones como las universidades, las empresas, el sector público o las organizaciones del tercer sector deberán fungir como espacios colaborativos donde las ideas, la financiación y la creación fluyan alimentando el torrente sanguíneo de todos sus miembros.

La tecnología no es nuestro destino, sino una herramienta para elegir cuál de todos será. La intuición es que la tecnología nos permitirá vivir mejor, pero dependerá de nosotros si el resultado será mayor prosperidad para todos, o mayor inequidad. Si nos quedamos con la creencia de que el desarrollo de la inteligencia artificial y la robótica acabarán con nuestros trabajos y nuestro futuro, entonces será una profecía autocumplida.

No podemos negar el progreso. Lo que si podemos es como individuos, organizaciones y como sociedad tomar las decisiones adecuadas a tiempo para, como hicimos ya tantas veces, decidir el destino de nuestra historia. Frente al problema específico de la caída del empleo a causa de la robótica entre otras causas, algunos especialistas, como Martin Ford, proponen soluciones salomónicas como el establecimiento de un salario mínimo universal para asegurarnos sobrevivir. Otros, menos preocupados como Vivek Wadhwa profesor de Singularity University, sugiere animadamente que los robots harán parte de nuestro trabajo, y eso nos permitirá dedicarnos a las ciencias y las artes y en definitiva, ser más felices.

En América Latina y el Caribe el impacto de la robótica en el empleo quizás tome un poco más de tiempo que a los países desarrollados. Quizás sea una oportunidad para contar con margen de maniobra para adaptarnos rápidamente y tomar decisiones que nos permitan recibir el impacto suavemente. Pero si solo lo dilatamos el golpe podrá ser aún mayor. Ningún sector ni ningún país escapará a la revolución robótica y al alcance que tendrá la inteligencia artificial. El saldo de impactos positivos y negativos dependerá en última instancia de nosotros y nuestras instituciones, de nuestra capacidad de conformar una agenda global, y de cómo queramos prepararnos para ello.

¿Cuándo sucederá todo esto? Mientras lees este artículo. La ROBOlución ya está en marcha. ¿Qué vamos a hacer al respecto?

 

 Bibliografía

Lawrence Edwards and Robert Lawrence, “Rising Tide. Is Growing in Emerging Economies Good for the United States?”. Peterson Institute for International Economics. Washington DC, 2013.

Ricardo Hausmann and Cesar Hidalgo. “The Atlas of Economic Complexity”. MIT Press. 2014

Martin Ford, “The Rising of Robots”,

Andrew McAffe and Erik Brynjolsfsson, “The Second Machine Age”. Norton & Company, 2014.

Hernández, René; Hualde, Alfredo; Mulder, Nanno; Sauvé, Pierre. “Innovation and Internationalization of Latin American Services”. CEPAL. 2016

Andrew Powell (Coord.). “Tiempo de Decisiones: América Latina ante sus desafíos” BID, 2016

Organización Internacional del Trabajo (OIT). “Panorama Laboral de América Latina y el Caribe 2015”. Diciembre 2015.

Metra Martech. “Positive Impact of Industrial Robots on Employment”  November 2011.

World Economic Forum. “The future of Jobs”. Enero 2016.

 “The great Decoupling”. McAffe and Brynjolsfsson, Harvard Business Review. 2015

“Robot revolution helps Adidas bring shoemaking back to Germany” Artículo en el Financial Times. 2016.

“Los robots avanzan sobre la economía mundial”. Artículo en BBC. 2013

“Mexico, Land of Automatización Opportunity” In www.robotics.org 2016.

Marc Lafia. Documentary: “Revolution of the present”. 2016.

 

Sitios web

www.thefuturesociety.org

www.csail.mit.edu

www.ifr.org

www.bostondynamics.com

www.rethinkrobotics.com

[1] Edwards and Lawrence, “Rising Tide. Is growing in emerging economies good for the United States?”

[2] McAffe and Brynjolsfsson, “The great Decoupling”. Harvard Business Review.

[3] Marc Lafia. Documentary: “Revolution of the present”.

[4] Machine Learning o aprendizaje automatizado es una rama de la inteligencia artificial cuyo objetivo es desarrollar técnicas para que las máquinas puedan aprender.

[5] En el año 1997 la supercomputadora de IBM Deep Blue derrotó al campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov. En el año 2011, otra computadora de IBM, Watson, venció a los campeones del famoso juego televisivo estadunidense Jeopardy. En marzo de este año, AlphaGo una supercomputadora entrenada para jugar uno de los juegos más complicados del mundo, el GO, venció al mejor jugador del mundo el surcoreano Lee-Se-Dol.

[6] www.rethinkrobotics.com/baxter

[7] “Positive Impact of Industrial Robots on Employment” by Metra Martech November 2011.

[8]  “Positive Impact of Industrial Robots on Employment” by Metra Martech November 2011.

[9] World Economic Forum. “The future of Jobs”. Enero 2016.

[10] “Robot revolution helps Adidas bring shoemaking back to Germany”. Financial Times. 2016.

[11] “Los robots avanzan sobre la economía mundial”. BBC. 2013

[12] McAffe and Brynjolsfsson, “The Second Machine Age”. Norton & Company, 2014.

[13] McAffe and Brynjolsfsson, “The great Decoupling”. Harvard Business Review. 2015.

[14] Mexico, Land of Automatización Opportunity. In www.robotics.org 2016.

[15] Innovation and internationalization of Latin American services. CEPAL. 2016

[16] Ricardo Hausmann and Cesar Hidalgo. The Atlas of Economic Complexity. MIT Press. 2014