La presentación a sala llena del libro “La Fractura. Pasado y presente de la búsqueda de equidad social en América Latina” reflejó el interés creciente por la problemática de la desigualdad. No puede ser de otra manera, a pesar de los avances en la última década, la región continúa siendo una de la más desigual del planeta.
La compilación de artículos realizada por John Williamson (Harvard) y Luis Bértola (Universidad de Montevideo) muestra las múltiples dimensiones del fenómeno de equidad con rigurosidad científica y estadísticas minuciosas. La iniciativa es parte del esfuerzo compartido del Instituto para la Integración de América Latina (INTAL) y la gerencia Social del BID, que en el marco del nodo I+i (integración regional+inclusión social), difunden ideas creativas para que la integración de la región se traduzca en mayor bienestar e igualdad.
En una veintena de artículos escritos por diferentes expertos, el libro muestra, entre otros aspectos fundamentales del panorama social latinoamericano, que en la última década bajó la pobreza, proliferaron programas sociales de asistencia, se multiplicó la clase media y se expandió el acceso a servicios básicos de educación y salud. Sin embargo, 175 millones de personas aún viven en la pobreza y persisten desigualdades en materia de ingresos y oportunidades. La informalidad laboral continúa siendo uno de las características propias de la región: el 55% del empleo es informal o precario, superando el 60% en algunos países. La brecha de ingresos entre trabajadores formales e informales se acrecienta cuando alcanzan la edad jubilatoria y el desincentivo al trabajo formal conduce a una baja tasa de ahorro: solo la mitad de la población activa ahorra para el momento de su jubilación. En síntesis, hay consenso en que hubo avances en la materia, pero el desafío es aún enorme.
Durante la presentación del libro, el 13 de diciembre en Buenos Aires, Gustavo Beliz, director del INTAL, sostuvo que “nos convoca un tema esencial por la realidad sangrante y desangrante de América Latina”, y recordó que en los últimos quince años la pobreza extrema en la región bajó, en parte gracias a los programas de ayuda social y transferencias condicionadas, pero también en gran medida como consecuencia del ciclo económico ligado al boom de los commodities, una señal de fragilidad del proceso.
Según Beliz, la creciente automatización y el uso de robots en los procesos productivos nos plantean un complejo panorama a futuro. “Tenemos la necesidad de generar empleos de calidad y de revertir el estado de malestar por el que atraviesan muchas de nuestras sociedades”, agregó. Efectivamente, apenas dos de cada diez latinoamericanos, cree que se gobierna para el bien común. Mientras que el 73% considera que se gobierna para el beneficio de unos pocos y el apoyo a la democracia es de apenas 54%, el menor en una década. “La integración regional cuenta con un apoyo del 73% de la población. Es una invitación a encontrar nuevas respuestas a los viejos problemas del desarrollo”, concluyó Beliz.
A su turno, el embajador de México en Argentina, Fernando Castro Trenti, remarcó que La Fractura, es “un esfuerzo monumental que pone énfasis en un tema central, y que tiene que ver con la pérdida de confianza de nuestras sociedades”. Según el diplomático mexicano, la desigualdad lleva a la desilusión, y la desilusión a la desesperanza. “Debemos evitar a toda costa que se pierda la fe en el futuro y que gane la desesperanza, en especial entre los más jóvenes”, dijo Castro Trenti y en este sentido volvió a ponderar el libro ya que “brinda respuestas a las grandes preguntas”.
El primer panel de la presentación, contó con el cierre de Jorge Fontevecchia, CEO de Perfil Network, quien invitó a criticar las ideas preconcebidas y opinó que “la fractura no es solo en América Latina, sino que es global porque en los países desarrollados también hay desigualdad”, dijo y enfatizó que “por eso necesitamos respuestas globales”. Para Fontevecchia, la tecnología logró alterar patrones de tiempo y espacio. “Muchas veces nos invade la melancolía del pasado, pero los trabajaos perdidos no regresan y debemos crear otros”, finalizó.
La presentación tuvo lugar en el auditorio de la librería del Fondo de Cultura Económica, editorial del libro. La exposición principal estuvo a cargo de Héctor Salazar , gerente del Sector Social del BID, quien hizo una detallada descripción de la evolución de la desigualdad en la región en todos sus frentes, nivel de ingreso, educación, género, programas asistenciales, etc.
El experto del BID destacó que el PIB per capita creció 5% en la última década, el índice de Gini bajó 7 puntos, desde 56 a 49 puntos en promedio, y la clase media se duplicó. Los programas de transferencias condicionadas cubren al 33% de los adultos mayores de la región y funcionan en quince países. “Con menos de 1% del PIB del presupuesto han logrado elevar en gran medida el bienestar”, comentó Salazar y sostuvo que es necesario profundizar los avances realizados en los próximos años para que las mejoras sean permanentes. Los factores que explican la baja de la desigualdad son en un 54% la mejora por suba de ingresos laborales, en un 21% los programas asistenciales, en un 9% la ampliación de las pensiones y en un 4% los cambios demográficos (más personas en edad de trabajar).
A su turno, y en el panel de cierre, Luis Bértola, uno de los editores del libro, aseguró que “La Fractura” sigue una nueva tendencia en historia económica que es la de un análisis que suma teoría y rigurosa búsqueda de información empírica. “El libro no deja ningún tema ligado a la desigualdad sin tocar, desde los índices de desarrollo humano hasta la desigualdad de género”, describió.
Bértola sostuvo que la hipótesis de que la desigualdad es consecuencia de la herencia colonial puede ocasionar desánimo porque “es difícil cambiar 500 años de historia”. Por eso se inclina más a una hipótesis alternativa, que identifica el inicio de la desigualdad con la primera globalización a partir de 1870, cuando no pudimos crecer al ritmo de los países desarrollados. “Esa desigualdad se puede revertir con reformas estructurales”, afirmó y consideró fundamental seguir de cerca “la distribución de los recursos naturales en nuestra región porque no es homogénea”.
“Les propongo a desestimar explicaciones simples que con cuatro o cinco elementos pretenden explicar todo, y nunca pierdan de vista la historicidad”, sugirió y recomendó avanzar en estudios que analicen el rol de la volatilidad política”.
La embajadora en Ecuador y experta en políticas educativas, Gloria Vidal Illingworth, añadió que “este libro es fenomenal porque tiene que ver con la deuda social y trasciende las buenas intenciones para ofrecer respuestas concretas”.
Vidal Illingworth explicó que las buenas prácticas en el mundo deben servir como inspiración, pero “debemos buscar nuestros propios caminos y no hay que ir a buscar lejos lo que se puede encontrar cerca”. También se mostró a favor de resolver problemas históricos, como que los docentes sean el escalafón peor pago entre los empleados públicos.
La experta en educación aconsejó manejar big data e información muy precisa antes de ejecutar políticas que afectan a millones de personas y debatir las ideas con toda la sociedad. “Tenemos el desafío de educar seres humanos completos, con capacidad de adaptación, enfoque interdisciplinario de los problemas y socialmente comprometidos”.
El investigador del CONICET de Argentina, Gabriel Kessler, comentó que la baja del índice de Gini puede no ser parámetro de mejora, sino que importan otros aspectos, como la baja de la desigualdad en el acceso a servicios de salud y educación. “El libro muestra que estas diferentes aristas de la desigualdad son relevantes”, dijo y calculó que el 1% de la población más rica concentra el 25% de los ingresos. “Si no ampliamos el gasto social con perspectiva de largo plazo, las desigualdades irán creciendo. Por esos los programas de transferencias condicionadas son buenos, ayudan mucho a la paz social y cuestan poco”.
En el cierre del evento, Gustavo Beliz invitó a seguir el camino trazado por “La Fractura” y emprender estudios “de ciencia con conciencia”, donde los aspectos sociales, y en especial los mecanismos para reducir la brecha de la desigualdad, estén presentes y tengan un rol fundamental en el diseño de políticas de desarrollo e integración regional.