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El trabajo de David Corderi Novoa, publicado en Ecointegración de América Latina, analiza los efectos en materia de competitividad, así como los beneficios que surgen de tener políticas generales de defensa ambiental; también presenta medidas del capital natural de la región y de su desempeño ambiental relativo.
Prestigio empresarial, ahorro de agua y energía, menores costos operacionales, mejor condiciones financieras y posibilidad de acceder a nuevos mercados son solo algunos de las ventajas obtenidas de estrategias de desarrollo sustentable.
En contrapartida, el deterioro ambiental tiene un costo económico real para los países. Los “Estudios Ambientales de País” (CEAs por su sigla en inglés) realizados por Banco Mundial para Colombia, México y Perú hacen estimaciones conservadoras de los costos asociados a procesos de degradación ambiental que pueden prevenirse localmente, tales como los daños a la salud, la pérdida de productividad por erosión de suelos, y los costos de reparación de ciertos pasivos ambientales puntuales. Los resultados sitúan el costo económico de la degradación ambiental en torno del 3% del PIB (Banco Mundial 2006, 2007). Estos costos ambientales, que implican una ralentización para el crecimiento económico real, no son reflejados en la contabilidad nacional, lo que dificulta a los gobiernos priorizar decisiones de inversión pública al respecto.
Pero, además de tener un efecto negativo en el crecimiento económico, el desempeño ambiental es un factor importante para la competitividad de los países. En este sentido, hay un número creciente de estudios que concluyen que la relación de las empresas, el medio ambiente y el capital natural puede suponer oportunidades para generar valor y para que éstas sean más competitivas (Porter y Linde 1995, Esty y Winston 2009). Se reportan, por ejemplo, beneficios en términos de reducción de costos operacionales debidos a ahorros en el uso de agua y energía (Berchicci y King 2007); en términos de mejorar el prestigio empresarial y acceso a mercados (TEEB 2012); y en términos de acceder a mejores condiciones de financiamiento (Hanson et al. 2008, TEEB 2010, Houdet et al. 2012).
Dada la importancia que el medio ambiente tiene para el crecimiento económico y la competitividad de los países, es necesario entender el papel de la gobernanza ambiental como condición necesaria para mejorar el desempeño ambiental. Esty y Porter (2005) encuentran que el desempeño ambiental está directamente relacionado con el desarrollo del régimen regulatorio, la capacidad institucional y el contexto económico y social en el que operan. Similarmente, otros estudios resaltan la importancia de la gobernanza para una gestión ambiental efectiva en términos de desempeño (Larson et al. 2006, Mahon et al. 2011, Mazur 2011, Wever et al. 2012, Castro et al. 2015).
Una revisión del desempeño ambiental en ALC presenta evidencia empírica existente con respecto a los niveles de contaminación ambiental, y el estado de los recursos naturales y servicios ecosistémicos que conforman el capital natural de la región.
ALC es rica en capital natural. A nivel global, la región acumula el 40% de la biodiversidad (Bovarnick et al. 2010), acoge 11 de los 14 biomas terrestres (Blackman et al. 2014), 6 de los 17 países mega diversos y 7 de los 25 hotspots de biodiversidad del mundo (PNUMA 2010a). Se estima que la región dispone de casi 9 millones de Km2 de bosques naturales, incluyendo una cuarta parte (37.000 Km2) de los manglares del mundo (FAO 2010, Siikamäki et al. 2012). Asimismo, más del 30% de agua dulce disponible y aproximadamente el 40% de los recursos hídricos se localizan en ALC (PNUMA 2010a). La región tiene 700 millones de hectáreas de tierra potencialmente cultivable, 570 millones de hectáreas de praderas y más de 800 millones de hectáreas de bosques nativos (Bovarnick et al. 2010).
Gráfico 1. Desempeño ambiental de los países
Esta abundancia de capital natural de ALC contrasta con la realidad de un proceso de deterioro ambiental y amenazas crecientes a su sustentabilidad, consecuencia, en parte, del crecimiento demográfico y económico de la región que demanda una explotación cada vez mayor de sus recursos naturales. El Índice de Desempeño Ambiental (EPI, por su sigla en inglés) (Yale University 2014) permite ver que la posición de los países de ALC es relativamente baja en relación a países considerados como referentes de buen desempeño. El Gráfico 1 compara algunos países seleccionados en términos de la salud ambiental y la vitalidad de los ecosistemas, mostrando claramente una brecha significativa entre la región y países que sirven como referencia. En general, existe una gran heterogeneidad de desempeño ambiental entre los países de ALC, similar a la dispersión que se registra en Asia, donde países como Singapur y Corea del Sur presentan valores de desempeño relativamente altos, mientras que países como la China, India y Vietnam se encuentran en el grupo inferior de desempeño.