Por: Jesica De Angelis

La integración regional podría incorporar objetivos orientados a fortalecer la capacidad tecnológica de los países.

Innovación e inserción internacional

La fuerte aceleración del cambio técnico propia de la Cuarta Revolución Industrial que vivimos presenta ventanas de oportunidad y presiones para los países de la región. Como se analiza desde varios ángulos en la revista Integración y Comercio Nº42, Robotlución, uno de sus impactos es la tendencia a la automatización, con potenciales consecuencias sobre los mercados laborales, el comercio y los perfiles de inserción internacional de los países. Entre otras áreas, también se constatan saltos de productividad y de creación de nuevos mercados en el área de la bioeconomía, donde muchos países de la región tienen oportunidades de crecimiento.[1]

Lograr un aprovechamiento adecuado de estos procesos tiene como requisito una acumulación previa de capacidades para la generación, uso y adaptación de nuevos conocimientos y la consecuente introducción de innovaciones.[2] Este factor incide en la posibilidad de desarrollar ventajas competitivas genuinas en el comercio internacional, sostenibles en el tiempo y, a su vez, acumulativas. Este tipo de ganancias de competitividad mejora el sector externo de los países porque permite la inserción en mercados dinámicos y fortalece su capacidad de adaptación al cambio. Fronteras adentro, las economías se instalan en trayectorias de crecimiento más estables, con incrementos de productividad y del bienestar, dado que las ganancias de competitividad no se logran a partir de bajos salarios, constantes devaluaciones o perjuicios al medioambiente.[3]

Existen frecuentes ejemplos donde, independientemente del sector, la incorporación de conocimiento genera mejoras sustanciales de productividad que garantizan el crecimiento de forma sostenida y sustentable. Como se detalla en Futuros del MERCOSUR, las altas ganancias de productividad en el sector agropecuario de EE.UU., UE y China se han obtenido de la mano de grandes ahorros en la utilización de insumos y, por tanto, con menor impacto ambiental de estas actividades. Ingentes inversiones en ciencia y tecnología y sistemas eficientes para su difusión y adopción están detrás de estos logros.

Espacios de política

La velocidad del cambio técnico hace necesaria una sólida capacidad de respuesta que permita a los países adaptar sus perfiles de inserción internacional a estas modificaciones. Estas respuestas deben articularse a través de políticas activas en diversos planos gracias a las cuales se logre, no solo suavizar los ajustes necesarios, sino también aprovechar las oportunidades emergentes.

Sin embargo, la aplicación efectiva de cualquier combinación de políticas enfrenta restricciones. En primer lugar, ese espacio enfrenta las mismas limitaciones derivadas del carácter acumulativo y sistémico de la innovación. La disponibilidad de capacidades tecnológicas y condiciones complementarias restringen, en el plano nacional, las posibilidades de instrumentación de políticas activas para coadyuvar a la adaptación y a la generación endógena de conocimientos productivos. Dentro de estos aspectos resultan centrales la educación, la infraestructura de negocios, la habilidad de hacer uso del conocimiento para modificar las tecnologías existentes, incluso logrando la creación de nuevos productos y procesos.[4] Esto significa que se hace necesaria la implementación de una política productiva amplia, en la que se incorporen como objetivos no solo las capacidades tangibles sino también las intangibles.[5] Lograr esas capacidades, necesarias para mantener un perfil de inserción externo adaptable y dinámico, es necesariamente un proceso de largo plazo del que hace parte el Sistema Científico Tecnológico (SCT) de los países.

La dimensión de esta restricción en América Latina y el Caribe (ALC) se observa al comparar los recursos destinados a la I+D, o la cantidad de investigadores del SCT,[6] respecto a otras economías como EE.UU. o la UE. También se verifica respecto a economías de menor dimensión, y competidoras de similar especialización que varios países sudamericanos, como Australia, Canadá, Noruega y Nueva Zelanda, o entre países de especialización manufacturera, con relación a Corea, por ejemplo. La brecha también se constata al estudiar otros indicadores referentes a los resultados de la innovación tales como patentes, cantidad de empresas innovadoras, etc.[7]

Gráfico 1: Indicadores de capacidad tecnológica para países seleccionados

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Fuente: Elaboración propia con datos de Ricyt, Eurostat y OECD.

 

La disponibilidad de recursos financieros resulta central, principalmente porque los esfuerzos en innovación debe ser de carácter acumulativo y, además, porque la escala en que se aplican condiciona su alcance. Otro elemento clave son las capacidades institucionales que, para los teóricos que se centran en el rol del cambio tecnológico, también constituyen un objetivo de política: es necesario mejorar o incluso rediseñar las instituciones públicas.

En segundo lugar, desde al ángulo de la política comercial, las disciplinas propias de la OMC no eliminan el espacio para políticas de desarrollo tecnológico, aunque restringen ciertas prácticas que podrían hacer parte de estas. En tal sentido, el aprovechamiento del espacio actual disponible pasa por el uso de instrumentos destinados a fortalecer el SCT, en lugar de instrumentos que han sido frecuentemente utilizadas por muchos países como los subsidios, requisitos de desempeño, copia de productos innovadores, requerimientos de contenido nacional, etc. Estas intervenciones están hoy acotadas por las disciplinas multilaterales referentes a los instrumentos comerciales, de inversión, subvenciones, propiedad intelectual y otras regulaciones.

Un caso significativo de políticas orientadas al desarrollo productivo y tecnológico disponibles en el marco multilateral es el de las medidas clasificadas dentro de la “caja verde” en los sectores agropecuarios de EE.UU. y la UE. Una porción de estos recursos puede estar repercutiendo en las posibilidades de adopción de tecnologías más productivas, el desarrollo de nuevos bienes y servicios, y en la utilización de procesos ambientalmente sostenibles.

Espacio de política e integración regional

En definitiva, la región se encuentra rezagada en materia de esfuerzos para reducir la brecha tecnológica, lo que dificulta su capacidad de cabalgar la nueva oleada de innovación y de adoptar un dinámico patrón de inserción internacional. Es claro que la instrumentación de políticas públicas para reducir ese desfase resulta central, en especial en economías como las de ALC donde las fallas de mercado propias de estos procesos se ven realzadas (e.g. en el mercado del crédito, problemas de apropiabilidad del conocimiento). Estas fallas a su vez se combinan con problemas en el acceso (y adaptación) a la tecnología generada en los grandes centros innovadores. Esta situación puede obstaculizar proyectos de inversión importantes en el mediano y largo plazo, convirtiéndose en una traba sistemática para el desarrollo.[8]

En este sentido, la implementación de políticas regionales de innovación debería ser una cuestión central en las agendas de los países de ALC, en especial en el reciente acercamiento entre el MERCOSUR y la Alianza Pacífico (Cumbre del MERCOSUR y Estados Asociados). Dados los altos costos de este tipo de políticas en el plano nacional, los esquemas de integración de la región podrían fortalecer ese espacio, apuntalando la acumulación de conocimientos a partir de un enfoque regional de la innovación.

En particular, un compromiso regional podría mejorar la estabilidad de los programas de financiamiento, dar escala a una política productiva activa, por ejemplo, a partir de la constitución de fondos regionales de innovación. Un esquema de especialización regional permitiría una asignación más eficiente de los recursos que, además, podrían ser aplicados a sectores con alto potencial de aprovechamiento competitivo, donde la región ya goza de ciertas ventajas.[9] Las capacidades institucionales para la instrumentación de la política de innovación también podrían fortalecerse por las sinergias generadas en el proceso cooperativo. A su vez, los bloques de la región también podrían ser un activo fundamental para ampliar el espacio de política, facilitándose y garantizándose mutuamente el acceso a sus mercados.

Referencias

Bekerman, M., y P. Sirlin (1994). Nuevos enfoques sobre política comercial y sus implicancias para los países periféricos. Desarrollo Económico, 34(134), 217-241.

Bisang, R. y G. Anlló (2015): Bioeconomía. Una ventana al desarrollo de América Latina, Revista de Integración y Comercio, 39, INTAL-BID.

Fagerberg, J., Srholec, M., y B. Verspagen (2010). Innovation and economic development. Handbook of the Economics of Innovation, 2, 833-872.

Lugones, G., Suarez, D., y S. Gregorini (2007). La innovación como fórmula para mejoras competitivas compatibles con incrementos salariales. Evidencias en el caso argentino. Documento de trabajo, 36, Centro Redes.

Nübler, I. (2014). A theory of capabilities for productive transformation: Learning to catch up. Transforming Economies: Making industrial policy work for growth, jobs and development. United Nations (UNCTAD) and International Labour Organization.

Porta, F. (2007). Especialización productiva e inserción internacional. Evidencias y reflexiones sobre el caso argentino. Documento presentado al PNUD, Proyecto FO/ARG/05/012.

Ramos, A. y F. Villela (2017). Integración agropecuaria, en “Los futuros del MERCOSUR”, INTAL-LAB, BID.

Suárez, D., y J. De Angelis, (2010). Análisis comparativo de los sistemas nacionales de innovación: Informe final-políticas regionales de innovación en el MERCOSUR: obstáculos y oportunidades. Documento de trabajo, 41, Centro Redes.

[1] Bisang y Anlló (2015), Ramos y Vilella (2017).

[2] Desarrollo e introducción en el mercado de nuevas tecnologías o mejoras en las existentes a partir de cambios a nivel de proceso, producto, en la organización o la comercialización. Ver Suárez y De Angelis, (2008).

[3] Lugones, Suárez y Gregorini (2007) y Porta (2007).

[4] Fagerberg, J., Srholec, M., Verspagen, B. (2010).

[5] Pueden usarse dos términos diferentes para las mencionadas capacidades tangibles e intagibles: capacities y capabilities, respectivamente. Véase Nübler (2014).

[6] Pueden consultarse otros indicadores para estudiar el SCT en Ricyt, UIS-UNESCO.

[7] Ver, por ejemplo, Suárez y De Angelis (2009), para el Mercosur.

[8] Bekerman y Sirlin (1994).

[9] Al respecto, cabe destacar la escasa importancia de la bioeconomía en las agendas de integración de la región, justamente rica en recursos naturales.