Por: Jesica De Angelis

¿Es el PIB un indicador adecuado para la era digital? ¿Cómo medir los consumos digitales gratuitos? ¿Cuál es el valor del comercio electrónico global?

La economía digital en la agenda actual

En los últimos años la economía digital ha estado en un lugar importante del debate económico. En la región se han realizado algunos esfuerzos para crear una agenda común (eLAC2018, Mercosur, Alianza del Pacífico, CARICOM, SICA) al igual que en otras regiones (Digital Agenda for Europe). En 2017, los miembros del G20 acordaron una hoja de ruta para la economía digital. Se espera que las prioridades durante la presidencia argentina del G20 en 2018 sean gobierno digital, economía 4.0 y el futuro del empleo, infraestructura y accesibilidad digital, brecha digital de género y la creación de un toolkit del G20 para medir la economía digital.

Esta preocupación por la economía digital tiene su raíz en el crecimiento exponencial de la digitalización de la actividad económica en particular desde el siglo XXI.

El dinamismo digital

Si bien el sector digital da cuenta de menos del 10% de la economía en la mayor parte del mundo, sea que se mida a través del valor agregado, empleo o ingreso (FMI, 2018),  algunas métricas (UNCTAD, 2017; ITU, 2017; McKinsey, 2016; IFR, 2017) reflejan un crecimiento exponencial de su relevancia en los últimos años:

  • El comercio electrónico global se duplicó entre 2013 y 2015, llegando a un valor de 25 billones de dólares.
  • Si bien el comercio electrónico es en mayor medida doméstico, está aumentando su relevancia internacional y para 2016 ya se estimaba que un 12% de los bienes eran vendidos por el canal electrónico transfronterizo.
  • Para 2019 el tráfico de Internet global sería 66 veces mayor que el de 2005.
  • Mientras que en 2005 menos del 20% de los hogares tenía acceso a Internet, en 2017 dicho valor ascendía a 54%.
  • Los envíos internacionales de impresoras 3D se multiplicaron por más de dos en 2016.
  • En 2016 luego de experimentar un incremento del 16% respecto de 2015, la venta de robots a nivel mundial se posicionó nuevamente en un pico de ventas histórico. Por su parte, la robótica de servicio crecería a tasas mayores al 25% anual para los próximo tres años.
  • Se espera que las conexiones M2M (máquina a máquina) en 2020 sean dos veces y media mayores a las existentes en 2015.
  • En 2025 la economía del compartir o sharing economy (e.g. Airbnb, uber) alcanzaría un valor casi 24 veces mayor al de 2014.

Más allá de las cifras, se pueden mencionar algunos ejemplos que dan cuenta del impacto actual y potencial de la digitalización. Las plataformas y soluciones móviles como coursera, edx, Khan Academy, han facilitado el acceso a la educación y capacitación. Las soluciones móviles como Tigo Money en Bolivia o Conekta en México facilitan la inclusión financiera en zonas con menor densidad de cajeros, sucursales bancarias y menor penetración de servicios financieros. El uso de cloud computing, la presencia digital, el comercio electrónico, e incluso la realidad aumentada han mejorado el desempeño del sector comercial drásticamente. La automatización, sensorización y el uso de la analítica y la integración de estos a toda la operatoria de las empresas manufactureras han permitido mejoras sustanciales en su productividad (García Zeballos e Iglesias Rodríguez, 2017).

La brecha digital en la región

Si bien la digitalización ha experimentado un crecimiento exponencial, el fenómeno dista de ser homogéneo en diferentes puntos del planeta, edades y género según datos de ITU (2017), García Zeballos e Iglesias Rodríguez (2017) y Prats Cabrera y Puig Gabarró (2018). En la región la penetración de la banda ancha fija solo alcanza el 27% de la que tiene la OCDE (8% de la población frente al 30% en la OCDE); en el caso de la móvil la brecha es de alrededor de 38%, siendo la penetración en la región solo de 30% de la población. Se estima que un 10% de incremento en la penetración de la banda ancha en la región podría generar un aumento del PIB y la productividad del 3,2% y 2,6%, respectivamente.

La velocidad media de las conexiones fijas y móviles en la región es menos de la mitad de la de la OCDE; y solo 27% de la población accede a redes de cuarta generación (4G) frente al 77% que alcanza la OCDE. El costo de la contratación de una conexión de banda ancha implica un peso de 10% mensual para el ingreso del 40% más pobre de la región (versus 3% en el caso del mismo segmento en la OCDE). Casi la mitad de la población mundial usa Internet, proporción que asciende a 71% entre los jóvenes y es 12% menor entre las mujeres. En la región, 46% de la población está en línea frente a 81% en la OCDE.

Gráfico 1. Indicadores de Brecha digital de la región (% sobre valor de la OCDE)

Fuente: BID-INTAL con base en García Zeballos e Iglesias Rodríguez (2017) y Prats Cabrera y Puig Gabarró (2018)

Las cifras sobre la penetración del comercio electrónico en la región se encuentran en torno al 4 y 8% (para 2016) frente a un valor de entre 42 y 53% en OCDE. Los países de la región más activos en este segmento son Brasil, México y Argentina, que explican un 70% de las transacciones electrónicas totales de la región. A su vez, América latina cuenta con el mayor porcentaje de consumidores electrónicos (15%) que hacen compras en línea en el extranjero, pero los vendedores de la región no están aprovechando el comercio electrónico de la misma manera (García Zeballos e Iglesias Rodríguez, 2017 y Giordano, Ramos, Michalczewsky y Ramos, 2017).

Los indicadores clave de la economía digital no son solo relativos a la infraestructura, sino que también contemplan las habilidades digitales. La International Telecommunication Union (ITU) calcula un índice que contempla indicadores de acceso, uso y habilidades TIC para 176 economías. Los países de la región mejor posicionados son Barbados, Uruguay, Argentina, Chile, Bahamas, Costa Rica y Brasil; sin embargo, la región no ocupa ninguno de los puestos entre las primeras 33 posiciones del ranking, incluso países como Haití se encuentran cercanos al final de la tabla mundial (Cuadro 1).

Cuadro 1. Índice de Desarrollo de TIC (2017)

 

Fuente: BID-INTAL con base en International Telecommunications Union (ITU)

El Índice de Desarrollo del Ecosistema Digital (IDED) desarrollado por la CAF se basa en ocho pilares construidos a partir de la recopilación de información disponible en diversas fuentes que miden la economía digital: infraestructura de acceso digital, conectividad (adopción de dispositivos y plataformas), digitalización de hogares y de la producción, nivel de competencia en las industrias TIC, industrias digitales (oferta de servicios y contenidos digitales), factores de la producción (capital humano, inversión, innovación) e instituciones y marco regulatorio. Medido por este índice el ecosistema digital de la región ha logrado mejorar considerablemente, duplicando el índice que tenía en 2004. Sin embargo, continúa rezagado respecto de la OCDE en casi todos los pilares, exceptuando el nivel de competencia (Gráfico 2).

Gráfico 2. Índice de desarrollo del ecosistema digital (IDED)

Fuente: BID-INTAL con base en el Observatorio del Ecosistema Digital (CAF)

En suma, en la región existen retos pendientes con respecto al ecosistema digital por lo que resulta central la implementación de políticas. Las estadísticas son insumos clave para la toma de decisiones económicas de los privados y para la formulación de políticas públicas en lo que respecta a inversiones, regulación, incentivos, etc. Sin embargo, buena parte de las estadísticas que permiten tener magnitud del fenómeno de la digitalización son estimaciones privadas basadas en diferentes mediciones y metodologías. Un ejemplo claro es la dificultad para tener una cifra única de comercio electrónico, algunas estimaciones dan cuenta de un total global de 25 billones de dólares (UNCTAD, 2017) y otras de alrededor de 10 billones (Orendorff, 2017).

En definitiva, medir en forma adecuada los distintos aspectos de la economía digital es un primer desafío para avanzar nuestra comprensión de los cambios en curso y los desafíos de la región. Esto permitirá a su vez formular políticas públicas que acompañen el desarrollo de la economía digital.

Medir la economía digital

“Los fenómenos estadísticamente invisibles no forman parte del debate político hasta que se vuelve insostenible”, así concluye el documento ganador de la edición 2017 de los Premios Índigo, destinados a elegir los mejores trabajos académicos sobre la medición de la actividad económica y su adaptación al siglo XXI. La medición de la economía digital ha tomado amplia relevancia en el debate económico actual.

Si bien desde los años ’80 varias instituciones multilaterales, regionales, nacionales y privadas vienen desarrollando métricas para captar la evolución de la economía digital, las metodologías, el número de países de cobertura, periodicidad, etc. son diferentes y difíciles de comparar (CAF, 2017). Muchos países no siguen clasificaciones internacionales o no relevan dicha información. A su vez, las bases de datos internacionales sobre la economía digital en general se encuentran disponibles para grupos de países como la OCDE o UE (UNCTAD, 2017).

En tal sentido, la OCDE (2014) destaca la necesidad de desarrollar nuevas métricas para captar el uso y difusión de las nuevas tecnologías y su impacto en la sociedad. Para ello, debería existir una agenda internacional que aborde cuestiones como: la medición de las TIC y su impacto macroeconómico, las capacidades que demanda la economía digital, el diseño de métricas para monitorear la protección, privacidad y seguridad de los consumidores online, la medición de TIC con fines sociales, el mejoramiento de la información para medir el impacto de las TIC y la generación de un marco estadístico de calidad a nivel internacional aprovechando las oportunidades que brindan las nuevas tecnologías (e.g. uso de Big Data).

Por último, el impacto de la economía digital en las cuentas nacionales también ha sido materia de debate. La evidencia de un lento crecimiento del PIB y la productividad en las economías desarrolladas vis à vis el dinamismo de las plataformas de Internet y los Smart Phones desde mediados de los 2000 ha sido atribuido a problemas de medición de la economía digital. Por ejemplo, algunos bienes o servicios digitales generan grandes incrementos de bienestar en los consumidores o ganancias de eficiencia para las empresas que son difíciles de captar en las cuentas nacionales (FMI, 2018).

Como el PIB mide la producción de mercado o cercana al mercado, no mide los intangibles, las mejoras de calidad o los bienes y servicios gratuitos. En efecto, buena parte de la economía digital son servicios muy complejos de incluir en las cuentas nacionales. A su vez, resulta difícil determinar la localización de la producción digital (definición clave para el cálculo del PIB) en el contexto de la creciente producción global y el uso de las plataformas digitales. Otro desafío metodológico es la falta de ajuste en los índices de precio usados como deflactores por la presencia de productos y servicios digitales mejorados, como sucede por ejemplo con los smartphones que suben de precio pero que tienen mayores prestaciones (FMI, 2018).

Los bienes y servicios digitales gratuitos, muchas veces producidos por voluntarios (e.g. contenido online, open source software), por los propios consumidores (personas siendo su propio agente de turismo) o plataformas financiadas por publicidad o recolección de datos de los usuarios, no tienen un precio de mercado. Varios economistas han llamado a los bienes y servicios digitales no pecuniarios e ilimitados como “la materia oscura digital” o la “materia oscura del comercio”. En el pasado, no tener en cuenta esta materia oscura no tenía gran relevancia, algunos autores consideran que hoy ya no es así.

Han aparecido propuestas para modificar la medición del PIB, por ejemplo, incorporando aspectos importantes para el bienestar en la cuenta de consumo y haciendo experimentos en línea respecto de cuánto pagarían los individuos por los bienes “gratuitos” (Fox, K., & Sichel, D., 2017). Otras propuestas han sugerido un cambio en la medición del PIB incluyendo mejoras en la medición de los intangibles, entre otros ajustes, no para transformar al PIB en una medida del bienestar sino para reflejar mejor la estructura económica actual (Coyle, D. & Mitra-Kahn, B., 2017). Un documento reciente del Fondo Monetario Internacional (FMI, 2018), señala que el PIB no debería usarse como medida de bienestar ya que fue diseñada para medir una parte de la producción, la de mercado o cercana al mercado, pero los productos digitales gratuitos sí deberían ser medidos como un indicador de bienestar por fuera del PIB.

En suma, existe un acuerdo sobre la necesidad de mejorar las herramientas de medición de la economía digital, la forma de hacerlo es un debate en curso que irá madurando en los próximos años.

Palabras finales

Diversas métricas confirman que la economía digital es cada vez más importante y muy dinámica. Su desarrollo puede resultar clave a la hora de abordar las brechas de competitividad en varios sectores de la región y mejorar el acceso de la sociedad a diferentes bienes y servicios fundamentales.

Algunos indicadores coincidentes muestran que la región se encuentra rezagada respecto de grupos como la OCDE. El desafío es implementar políticas que permitan mejorar las perspectivas de la región para acoplarse y sacar el mayor provecho de la Nueva Economía Digital. Para ello debemos tener mediciones que nos permitan saber dónde estamos; cómo vamos; qué falta; quiénes no acceden (usan); por qué no acceden (usan); qué capacidades son necesarias, etc. Existen en dicho objetivo varios desafíos centrales: usar las propias TIC para mejorar las mediciones; contar con estadísticas detalladas y comparables, pero que también informen sobre las especificidades de cada localización; hacer un esfuerzo de compilación y ensamble de los números disponibles; que las estadísticas acompañen los rápidos cambios tecnológicos; contabilizar lo “gratuito”; consensuar si (y cómo) debería incorporarse la economía digital en las cuentas nacionales; y otros desafíos que irán apareciendo en los próximos años con la maduración del debate.

 

Bibliografía

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