Por: Ana Basco

7 de cada 10 latinoamericanos están insatisfechos con el funcionamiento de la democracia en su país y en ninguno de los países de la región se evidencia una mayoría satisfecha.

América Latina parece transitar su camino hacia el desarrollo con marchas y contramarchas, con luces y eclipses, que son percibidas por sus ciudadanos. La sensación de insatisfacción y ausencia de progreso tanto a nivel económico como del sistema político parece ser una moneda corriente en la región. La medición de 2018 presenta, lamentablemente, los peores datos de los últimos 25 años. En “Entre luces y eclipses: qué piensan los latinoamericanos sobre democracia, instituciones e integración”, recientemente publicado por el INTAL-BID, desarrollamos estos datos.

La mayoría de los latinoamericanos, 7 de cada 10 más precisamente, están insatisfechos con el funcionamiento de la democracia en su país y en ninguno de los países de la región se evidencia una mayoría satisfecha. De hecho, este indicador promedia el 25% en la región, y alcanza los niveles más altos en Uruguay (47%) y Costa Rica (45%).

Esta sensación de descontento está ligada con el sentimiento de los latinoamericanos respecto del porvenir de la economía y de su situación económica personal/familiar: 8 de cada 10 personas que creen que la economía del país o su propia situación personal va a estar peor el año que viene están insatisfechos con la democracia. Es decir, existe una clara vinculación entre la percepción sobre la economía y el sistema político. No son variables antagónicas, no es una antinomia, van completamente de la mano.

En este contexto, el apoyo a la democracia frente a otras formas de gobierno retrocedió 5 puntos respecto de la medición de 2017, alcanzando también su mínimo histórico de los últimos 25 años en 2018 (48%). Sin embargo, más que un desplazamiento del apoyo social hacia regímenes autoritarios, se observa un aumento de la indiferencia (28% de la población se muestra indiferente). El nivel educativo de las personas se vincula con el apoyo a la democracia: se observa una brecha de más de 20 puntos entre quienes tienen educación básica y entre quienes tienen educación superior.

Pero democracia también refiere a progreso. Existe la percepción de ausencia de progreso en cada uno de los países. Casi 8 de cada 10 latinoamericanos se sienten insatisfechos con el progreso que logró su país; el 49% considera que su país está estancado, el 28% en retroceso y sólo el 20% considera que está progresando. Evidentemente algo está pasando con nuestras sociedades. Pero ¿con qué tiene que ver esta sensación de no avance? Los datos de 2018 dan cuenta que esta percepción está relacionada con la evaluación de la sociedad respecto del funcionamiento de la democracia y la desconfianza en sus instituciones. Y la insatisfacción con la democracia está asociada a la sensación sobre la situación económica del país y personal, es decir, el sistema político y económico, van de la mano.

En esta línea, la corrupción se percibe en aumento, pero no es identificada como un problema prioritario para el desarrollo de los países. A nivel moral se la reconoce como un delito, pero en la práctica es tolerada y poco denunciada. En todos los países de la región, con excepción de Honduras, la mayoría de la población considera que en el último año la corrupción aumentó (64% lo percibe de esta forma a nivel regional). Sin embargo, la lucha contra la corrupción no es prioritaria; solo 9% considera que la corrupción es el problema más importante del país, opacada por los problemas económicos (35%) y la delincuencia (19%). La tolerancia frente a la corrupción es notable ya que el 40% de la población regional está dispuesta a aceptar cierto grado de corrupción si se solucionan los problemas del país. Se evidencia una brecha de 25 puntos entre la población que la reconoce como un delito (74%) y la efectiva voluntad de denunciarla (49%).

La confianza se configura como un bien escaso en la región, mientras que la percepción de que el gobierno está en manos de unos pocos que bregan por sus propios intereses y no por el bien de la sociedad, viene creciendo ininterrumpidamente desde el año 2009. La confianza interpersonal, en tanto, es la más baja de los últimos 25 años (14%), al tiempo que todas las instituciones del sistema democrático enfrentan altos niveles de desconfianza

(superiores al 50%). Así las cosas, la Iglesia emerge como la institución más confiable de la región (63% de confianza), mientras que los partidos políticos, el Congreso, y el gobierno encabezan la lista de las instituciones menos confiables (13%, 21% y 22% respectivamente). Por su parte, la percepción de que el gobierno está en manos de pocos que trabajan en beneficio propio, creció 18 puntos en menos de una década y alcanzó en 2018 su máximo histórico de 79%.

Dentro de este descontento generalizado sobre la democracia, las instituciones y la economía, y a diferencia de otras partes del mundo en donde se profundizan posturas separatistas como es el caso de Cataluña (e incluso nacionalistas, como en varios países del mundo), los latinoamericanos tienen una marcada vocación integracionista. Según el sondeo, 7 de cada 10 está a favor de la integración económica, y 5 de cada 10 a favor de la integración política. Este último apoyo revela que, a pesar de todas las dificultades que existen, los ciudadanos quieren vivir de manera más cercana a los demás países.

El recorrido hacia el desarrollo de América Latina indica en base a los datos de Latinobarómetro que, para construir sociedades más afines con la democracia y generar más apoyo y satisfacción, es fundamental también mejorar la situación económica de cada uno de los ciudadanos. La sensación de que no hay crecimiento y progreso económico, está vinculada con el descontento hacia el sistema político y viceversa. En la medida que la región pueda avanzar hacia mejorar el bienestar de sus ciudadanos, ellos se sentirán más satisfechos y tendrán más confianza en las instituciones y en sus gobernantes. Y, al revés, cuanto más podamos fortalecer nuestras instituciones, más sensación de progreso encontrarán.

Sistema político y económico van juntos, se retroalimentan y se potencian, mostrando que hay luces y eclipses, que hay marchas y contramarchas pero que, junto a la integración de los países de la región, este puede ser el camino hacia el desarrollo y el bienestar de los ciudadanos.