Por: Mariana Pernas

Las estrategias para proteger el conocimiento en la región. Los casos del Cites, la Universidad Católica de Chile y el Instituto Politécnico Nacional de México.

La generación y protección del conocimiento, las actividades de I+D y la transferencia tecnológica continúan siendo herramientas indispensables para capitalizar en la industria y el comercio exterior de la región.

A pesar del crecimiento de las universidades y las nuevas empresas de base científica, que desempeñan un rol clave en este punto, América Latina enfrenta numerosos desafíos. En el segmento de servicios basados en conocimiento, según la Organización Mundial del Comercio (OMC), la región tiene un balance deficitario en el intercambio comercial por el uso de derechos de propiedad intelectual, que incluye patentes, marcas y derechos de autor. En 2016, Brasil registró un saldo negativo de U$S 4.500 millones, la Argentina de US$ 1.950 y Chile de US$ 1.500. En todos los casos, el déficit en dicha categoría ha crecido fuertemente en la última década. Si bien la generación de patentes no es la única estrategia para producir conocimiento y algunos especialistas incluso cuestionan en qué medida facilitan la innovación, las universidades están alentando su desarrollo.

Saldo comercial: cargas por el uso de propiedad intelectual

(En Mill. de USD)

Fuente: OMC

La inteligencia artificial (IA), por ejemplo, se ha convertido en un dinamizador de la generación de patentes. El estudio ¨Tendencias y cambios de prioridad en la invención de tecnología de IA: un análisis global de patentes¨, realizado el año pasado por el Instituto de Economía, Comercio e Industria de Japón, concluyó que el número de patentes en tecnologías de IA que se otorgaron en el mundo, se triplicó, de 708 a 2.888, entre 2012 y 2016. El mercado más activo fue Estados Unidos, seguido por China y Japón.  Entre las empresas que obtuvieron mayor cantidad de patentes en este rubro se destacan IBM, Microsoft, Qualcomm, NEC, Sony, Google, Siemens, Fujitsu y Samsung.

Las nuevas tecnologías basadas en informática, telecomunicaciones e IA, ¿constituyen una posibilidad de especialización y desarrollo de propiedad intelectual para los países de América Latina y el Caribe? ¿De qué manera pueden complementarse con otros sectores de la economía?

¨Las oportunidades de la región en servicios basados en conocimiento, como toda actividad productiva donde el conocimiento es un factor central, dependen fuertemente de la inversión en capacidades para desarrollarlas, y éstas, a su vez, de la acumulación de esfuerzos a lo largo del tiempo. En los países del Cono Sur estas capacidades existen especialmente para los servicios que asisten a la producción de recursos naturales, como para la minería en Chile, la agricultura en la Argentina o la actividad forestal en Uruguay. La biotecnología, en particular, es un área en la que se apoyan muchos de estos servicios, y que son provistos en su mayoría por Pymes locales¨, define Valeria Arza, directora del Centro de Investigaciones para la Transformación (Cenit). “La IA es, sin duda, otra de estas tecnologías que va a revolucionar la forma en que producimos, y podría también asistir a la producción de recursos naturales, como ya se ve en CODELCO, en Chile, que está automatizando en base a AI algunas líneas de sus procesos de producción”, agrega. “Sabiendo que estas tecnologías serán cada vez más importantes globalmente, los esfuerzos tendrían que estar puestos en el fortalecimiento de las capacidades locales, y allí es donde las universidades y los centros educativos tienen un rol central”, completa Arza.

Tras el saldo positivo

¿Cómo podría revertirse la situación deficitaria de América Latina en términos de propiedad intelectual y patentes? “El desarrollo de capacidades es fundamental -refuerza Arza-.   A través de la formación y de políticas para promover la I+D privada en esta área y consorcios de empresas y organismos públicos de investigación.”

Alvaro Ossa Daruich, director de Innovación de la Universidad Católica de Chile (UCC), coincide en que “la región sigue siendo deficitaria en el intercambio comercial por patentes”. Para modificar esta situación, “las economías requieren una mirada de mediano y largo, más allá de los distintos gobiernos”.  También, según el funcionario, “es necesario que el sector privado se involucre y sea más activo, para lo cual el Estado debe generar los incentivos”.  Actualmente, en Chile, “el 95% del presupuesto de las universidades para investigación proviene del Estado y menos del 5% del sector privado”, ejemplifica.

Sobre la generación de patentes hay distintos puntos de vista.  Para la directora del Cenit, “cualquier intento por fortalecer el sistema de patentes va a levantar barreras para el desarrollo local de tecnología basada en conocimiento”. Y agrega: “En relación con la propiedad intelectual, dudo que podamos fortalecer la balanza comercial por ese lado. Más bien al contrario. No tenemos capacidades para negociar las licencias para internacionalizar patentes, ni tampoco para litigar internacionalmente, que es fundamental para asegurar el ‘enforcement’ de las patentes a nivel mundial -sostiene-. Deberíamos aprovechar la flexibilidad que todavía tienen los sistemas de propiedad intelectual en términos de tecnologías de la información para tener mejor margen de maniobra para el desarrollo local de empresas de IA”.

Por el momento, prosigue la especialista, “en términos de balanza comercial, el rol de la IA en América Latina va a estar asociado al ahorro de divisas que puedan obtenerse utilizando desarrollos locales de estas tecnologías y para hacer más eficiente la producción de los recursos naturales que se exportan; pero en un plazo más largo, y en la medida que se desarrollen capacidades competitivas, también pueden exportarse como sucede ya con los servicios asociados a la biotecnología”.

Otra perspectiva aportan las universidades. “La producción de patentes nos permite mostrar, proteger y apropiarnos de las tecnologías que desarrollamos, y nos da el derecho a decidir qué hacer con ellas. No generamos patentes con el fin de guardar, capturar o prohibir el uso del conocimiento, sino de demostrar que es nuestro, darle valor y tener autonomía para decidir qué hacer con él, que muchas veces implica permitir su uso gratuito a nivel local e internacional”, señala Ossa Daruich, de la UCC, que sólo entre 2010 y 2015 obtuvo 45 patentes y es la tercera universidad latinoamericana con mayor producción en ese ámbito. El año pasado, la UCC licenció el 40% de sus patentes a entidades del Estado y el 30% de manera gratuita.

A juicio de Luis Alfonso Villa Vargas, secretario de Extensión e Integración Social del Instituto Politécnico Nacional de México (IPN), “la producción de patentes es el principal indicador de innovación e impacto social y económico del conocimiento que hoy tiene la comunidad académica”. Pero admite que “el reto es transformar ese conocimiento para que tenga impacto social”.

Una estrategia similar adopta el Centro de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social (CITES), una incubadora argentina cuyo porfolio de inversión hoy  está integrado por ocho emprendimientos que poseen doce patentes en los sectores farmacéutico, de implantes y dispositivos médicos y de tecnología informática para el agro. Su modelo de trabajo es proteger el conocimiento, asociarse con el ámbito académico y apostar a un crecimiento internacional.

“Nuestro objetivo es desarrollar startups de base científico-tecnológica, que son empresas incipientes, para que sean competitivas a nivel internacional. Este enfoque basado en el conocimiento y la competencia en el mercado mundial, requiere poder establecer una barrera de entrada al ingreso de nuevos competidores. Entonces, la patente es un activo estratégico  porque nos brinda el uso exclusivo de una tecnología por 20 años y, de esta manera, la posibilidad de implementar un plan de negocios de largo plazo”, explica Nicolás Tognalli, director del Cites, cuya cartera de proyectos está integrada por Phylumtech (un laboratorio automatizado de descubrimiento de moléculas y fármacos que presta sus servicios en la nube) y Biodrone (una solución automatizada de control de plagas basada en software, comunicaciones y drones).

Bajo este esquema de negocios, el Cites (que pertenece al Grupo Sancor Seguros) detecta equipos de investigación científica en distintas universidades, con las cuales firma convenios de trabajo asociativo o para obtener licencias de sus patentes. La meta es “generar acuerdos donde todos ganamos” -apunta Tognalli-, formular un caso de negocios, brindar asesoramiento en gestión y constituir, con el equipo de científicos, una empresa para ser incubada.

Según Tognalli, “la patente es un mecanismo importante, pero no excluyente, que permite dar un incentivo al sector privado para que invierta en negocio de base científico, cuyo desarrollo puede demorar muchos años”. Agrega que hay alternativas para proteger el conocimiento, como el secreto industrial, o bien para compartirlo, como el caso del código abierto en software, que coexisten  y “son complementarias”. A la vez,  afirma que en la Argentina casi la totalidad del conocimiento que se genera se hace público.

Innovación superior

En América Latina, las universidades son un agente clave no sólo en la formación de profesionales y científicos, sino también en la generación de conocimiento e investigación,  publicaciones en revistas científicas, obtención de patentes, registros de propiedad intelectual y participación en redes internacionales con sus pares de otros países. Así lo indica un informe del Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y Sociedad (OCTS), según el cual las publicaciones de los investigadores de la región crecieron un 37% entre 2010 y 2015. El OCTS, que depende de la Organización de Estados Iberoamericanos, indica que el 62% de los investigadores a tiempo completo está radicado en las universidades y que el 26% de la inversión en I+D se ejecutó en universidades.  En cuanto a la producción científica de la región, el 82% de los artículos están firmados por autores radicados en universidades, una cifra que crece al 90% en Chile, Colombia y Brasil.

De acuerdo con el estudio, bajo el Convenio PCT de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, en 2010 se publicaron 1.200 patentes bajo titularidad de latinoamericanos  y en 2015 algo menos: 1.163. La participación de las universidades de la región como titulares de patentes es del 11,6%, por encima del promedio mundial, en torno del 5,1%. En Chile, esta participación es del 24,4% seguido por Colombia (22,6%), Brasil (10%), Argentina (8,5%) y México (6,8%).

La colaboración internacional de las universidades para la coproducción de artículos científicos está encabezada por las entidades chilenas, seguidas por las de la Argentina, Colombia y México. Por ejemplo, el 67% de los artículos científicos de la Universidad de Concepción de Chile están realizados junto con autores extranjeros, en tanto que la UCC y la Universidad de Chile se ubican por encima del 50%.

Estrategia de innovación

En 2010, la UCC lanzó un plan estratégico para potenciar la innovación, la investigación y el desarrollo de patentes. Desde entonces, esta política se despliega en varios frentes, que incluyen -entre otros- la organización de concursos para financiar la generación de patentes a partir de las publicaciones científicas e investigaciones realizadas en la universidad y “el fomento de una cultura de innovación, transferencia tecnológica y desarrollo de la propiedad intelectual mediante la organización de talleres y seminarios, la premiación y reconocimiento de las universidades más activas”, describe Ossa Daruich, cuya universidad publicó 9.570 artículos en revistas científicas entre 2010 y 2015.

Según el funcionario, esta política también se basó “en un esfuerzo para crear regulaciones claras sobre propiedad intelectual, transferencia de resultados de investigación y conflictos de intereses, y la inclusión de indicadores de patentamiento, investigación asociativa, desarrollo de licencias y lanzamiento de spin offs para medir la carrera de investigador”.

“Cuando iniciamos la nueva estrategia de innovación, queríamos incentivar las patentes, pero también buscamos potenciar la transferencia tecnológica -prosigue Ossa Daruich-.  Las patentes son un mecanismo más para proteger nuestra tecnología y que se complementa con otros, como los secretos industriales, los registros de áreas vegetales, la propiedad intelectual y los derechos de autor (para las áreas de software, educación y humanidades). Todas estas formas de protección integran un paquete tecnológico.”

Más del 50% de las patentes de la UCC corresponden al campo de salud (como vacunas, fármacos y dispositivos médicas), el 22% se concentra en ingeniería (construcción y equipamiento) y el resto se reparte en alimentos y variedades vegetales, entre otros. Hoy, la UCC tiene más de 64 contratos de licencias por el uso, explotación y desarrollo de tecnología para empresas, spin offs y entidades del sector público.  El trabajo colaborativo y la vinculación internacional es clave para desplegar esta estrategia. “Más del 40% de nuestras patentes las tenemos compartidas con empresas y universidades, tanto locales como extranjeras”, sostiene el funcionario.

A nivel internacional, la UCC licencia el uso de su tecnología a empresas de Perú, Nueva Zelanda, España y Estados Unidos. “Hoy en día las distancias geográficas no son un obstáculo para licenciar al exterior, porque licenciamos bienes intangibles; además, la confianza y la reputación son dos activos muy importantes para la transferencia”, cuenta Ossa Daruich.

Industria mexicana

Orientado fuertemente a las ciencias físicas, con 14 patentes obtenidas y 17.358 artículos científicos publicados entre 2010 y 2015, el IPN también está llevando a cabo una estrategia para fortalecer las actividades de I+D, la incubación de empresas, la transferencia tecnológica, vinculación con la industria e incentivos para proteger el conocimiento. Las áreas prioritarias para el desarrollo de patentes en el IPN son tecnologías de la información y comunicaciones, dispositivos médicos, biología, biotecnología, biosensores, electrónica y química. Desde hace veinte años, “a partir de un análisis de prospectiva, se está enfatizando también en la formación, investigación y desarrollo de las disciplinas de informática, computación y mecatrónica”, expresa Villa Vargas.

En este contexto, “el IPN quiere generar una cultura en la cual los estudiantes e investigadores puedan crear tecnología, propiedad intelectual, patentes y nuevas empresas de base tecnológica con impacto en la economía y la generación de empleo de calidad -prosigue-. Esto no se produce de manera inmediata, sino que requiere un largo proceso de trasformación”.

El funcionario del IPN -que tiene una población total de 300.000 personas- destaca el desarrollo de tecnologías que converjan hacia la industria 4.0. “Para no ampliar la brecha tecnológica, hoy las universidades deben trabajar en una sólida formación de recursos humanos, inversión e impulso de la investigación en IA, sistemas embebidos, minería de datos y conocimiento matemático y minería de datos -define el funcionario mexicano-. Lo que conocemos como industria 4.0 es la integración de ese conocimiento, que tiene impacto social. Si no lo hacemos, quedaremos retrasados.”