La convergencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), que data del 2015, se basa en el concepto de universalidad, es decir que todos los problemas están interconectados, motivo por el cual los mismos y sus metas deben ser abordados no solamente en los países en desarrollo sino también en los desarrollados. Los ODS son un total de 17 e incluyen temas variados como fin de la pobreza, salud y bienestar, reducción de las desigualdades, educación de calidad, igualdad de género, agua y saneamiento, cambio climático e innovación, entre otros.
Si bien por el poco tiempo transcurrido desde el lanzamiento de los ODS aún es muy difícil ver resultados concretos, al menos hasta ahora estos cambios han repercutido en un mayor compromiso por parte de los países en alcanzar las más de 150 metas propuestas. Un claro ejemplo de ello es el accionar en la Argentina del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, que depende directamente de Presidencia de Nación. Esta agencia fue creada como un espacio de articulación para la planificación, coordinación y seguimiento de las políticas sociales nacionales, y como parte de estas actividades organizó el pasado 6 y 7 de diciembre un evento en la Cancillería Argentina para comunicar y evaluar los avances alcanzados en materia de ODS, en donde participaron más de 60 expositores del sector público y privado y del ámbito social.
Una presentación del INTAL en dicho evento, vinculó los ODS, la situación social de la región y la percepción de los ciudadanos sobre estos temas.
Los logros y la zona de riesgo
¿Cuál es la realidad objetiva de la región en relación con los ODS? ¿Qué significa nacer hoy en América Latina? Según una reciente publicación del BID denominada el Pulso social de América Latina y el Caribe[1](), para el promedio regional, eso significa tener muchas más oportunidades que veinte años atrás. Durante este período se han incrementado los ingresos de los hogares; se redujo en un 65% la mortalidad infantil; se alcanzó una cobertura de agua potable para el 96% de las viviendas; el acceso a educación primaria se tornó prácticamente universal (98%); se incrementó la participación de la mujer en el ingreso familiar (35%); hubo importantes mejoras en la habitabilidad de los hogares (se redujo en 3 puntos de viviendas con materiales no permanentes) y, en general, las mejoras en la calidad de vida han permitido que el latinoamericano viva en promedio ocho años más que en 1990.
Además, disminuyeron los niveles de pobreza e indigencia, así como mejoraron los indicadores de desigualdad: por ejemplo, el coeficiente de Gini pasó de 0,574 en 1999 a 0,496 en 2015.. De acuerdo con este informe, estos importantes logros fueron consecuencia del crecimiento del PBI per cápita (Gráfico 1), que abrió muchas oportunidades de trabajo a la fuerza laboral de la región, tanto formal como informal, y del impacto que tuvieron los programas de transferencias monetarias condicionadas (TMC), que permitieron focalizar los recursos a los sectores más necesitados. El gasto social de pensiones no contributivas destinado a adultos mayores y el gasto en educación también contribuyó exitosamente a alcanzar estos resultados.[2] ()
Gráfico 1. PBI per cápita en ALC por país (2002-2016)
Ahora bien, a pesar de estos grandes avances, es claro que no fueron suficientes para que la América Latina dejara de ser la región más desigual del mundo: la mitad de los países tiene un coeficiente de Gini por encima del 0,5 y, el promedio, resulta superior al resto de las regiones; África Sub-sahariana, por ejemplo, tienen un índice de 0,441.[3] Tampoco fueron suficientes para que un alto porcentaje de la población abandonara su situación de pobreza y vulnerabilidad. .
Hoy en día, en América Latina el 60% de la ocupación es informal; un 15% de los jóvenes son NINIs, el mayor porcentaje del planeta; un 17% de jóvenes pobres no asiste a la escuela; se registra la mayor proporción de hogares monoparentales con jefatura femenina; solo un 13% de los adultos mayores tiene acceso a pensiones, mientras que en las clases medias este valor se incrementa al 73%; y hay un 37% hogares vulnerables con ingresos diarios entre US$ 5-12, los cuales pueden recaer en la pobreza.[4] Estas diferencias asociadas a los niveles de ingreso, que persisten entre los pobres y el resto de la sociedad, muestran que los niveles de desigualdad aún son muy grandes.
Todo esto se da en un contexto macroeconómico recesivo y de presiones fiscales en la región (Powell, 2015), enmarcado a su vez en una severa contracción del comercio mundial que afecta en particular a América Latina (Giordano y Ramos Martinez, 2016).
A estas tendencias macroeconómicas debe sumarse una de índole estructural: según varios analistas, como el Atlantic Council, los procesos de aceleración tecnológica -de incorporación exponencial de nuevas tecnologías en la economía- acentúan la desigualdad.[5] Otro autor hace notar que quienes disponen de capital y participan en operaciones bursátiles y quienes poseen mejor educación y están ligados a las actividades nuevas impulsadas por cambios tecnológicos rápidos, o cuentan con redes de apoyo, tienen a su favor una enorme ventaja para la captación de ingresos, la cual es independiente de sus méritos. Esto implica, en realidad, que una proporción importante de personas resulta marginada y que su talento se dilapida.[6] Estos factores nos llevan a concluir que la región entró en una zona de riesgo, donde hoy más que nunca es clave tomar las medidas adecuadas para que tanto la pobreza como la desigualdad no se incrementen.
Como lo señaló el Gerente del Sector Social del BID, Héctor Salazar Sánchez en la reciente presentación organizada por el INTAL del libro La Fractura: “para que la región pueda continuar reduciendo la desigualdad es necesario generar condiciones de una integración de política social, generando un nuevo Estado de bienestar que permita proteger las ganancias alcanzadas, perfeccionar los programas de transferencias monetarias y las pensiones no contributivas y enlazar eficientemente el mundo contributivo que está en el empleo formal con el no contributivo”.[7]
En esta línea, la Estrategia para una Política Social favorable a la Igualdad y la Productividad del BID (BID, 2011) sostiene que para que los logros sociales recientes en la región tengan efectos sostenidos sobre la igualdad y la productividad, América Latina tiene que hacer frente a significativos desafíos sociales que están vinculados con los ODS. En particular, debe proveer servicios de salud (ODS3) y educación de calidad (ODS4), con especial atención a primera infancia, atención a la juventud; hacer más ágiles y extensivos los mercados laborales (ODS8) y la seguridad social; combatir la pobreza (ODS1) y fomentar la inclusión social (ODS10).
La voz de los latinoamericanos
Ahora bien, ¿Cuál es la voz de los latinoamericanos sobre estas tendencias? ¿Qué significan estos avances y desafíos para ellos? La encuesta de Latinobarómetro 2016, que se realizó en alianza con el INTAL, muestra que, para los ciudadanos de la región, las políticas sociales son el tema más importante para el desarrollo (51%), seguido por el medio ambiente y la igualdad de oportunidades, cuestiones prioritarias de los ODS (Gráfico 2).
Gráfico 2. Temas más importantes para el desarrollo
Asimismo, un 49% afirmó estar dispuesto a pagar un 20% más por productos en los que en su elaboración se haya protegido el medio ambiente; y un 46% por los productos en los que en su elaboración se hayan protegido los derechos de los trabajadores (Gráficos 3 y 4).[8]
Gráfico 3. Disposición a pagar para proteger el medio ambiente
Gráfico 4. Disposición a pagar para proteger los derechos de los trabajadores
Por otra parte, en materia de innovación,[9] la mayoría de los ciudadanos cree que los avances tecnológicos impactarán más en los próximos 15 años en temas asociados a los ODS como salud, medio ambiente y creación de empleo.
Hay que recordar que el la conversión de los ODM a los ODS fue en gran parte consecuencia de un enfoque metodológico que puso énfasis en el hecho de que los problemas de unos países afectan a otros y viceversa, y lo cual se asocia el concepto de universalidad. Justamente, los procesos de integración regional buscan abordar estos problemas en esquemas cooperativos, permitiendo una resolución más eficiente e incrementando así el desarrollo regional. Nuevamente, y por fortuna, las sociedades en la región son conscientes de esto: un 77% de los ciudadanos está a favor de la integración económica y un 60% de la integración política, con máximos de 89% y mínimos de 46%.[10] Y si bien se observa una correlación positiva entre el apoyo a la integración económica y el apoyo a la democracia -de 0.74-, sorprende observar cómo el primer apoyo es ampliamente superior al segundo (54%).
De esta manera, a pesar de que América Latina entró en una zona de riesgo en términos de pobreza y desigualdad, se observa también una clara sintonía entre la voz de los ciudadanos de la región y los ODS, establecidos a partir de variables objetivas que parecen tener un correlato en opiniones, deseos y percepciones de las sociedades. Los habitantes de América Latina son conscientes de estos desafíos, lo cual queda evidenciado en la encuesta INTAL-Latinobarómetro, un instrumento que busca captar esa esfera subjetiva de la región.
El riesgo está presente. Pero, al menos sabemos cuál es la voz de ciudadanos de la región, lo cual es clave y es un gran paso para continuar avanzando en pos del logro de los ODS.
Bibliografia:
Atlantic Council. 2013. Envisioning 2030: US Strategy for the Coming Technology Revolution. Washington: AC.
Beliz, Gustavo y Chelala, Santiago. 2016. El ADN de la integración regional : la voz de los latinoamericanos por una convergencia de calidad: innovación, equidad y cuidado ambiental. Buenos Aires: INTAL BID.
Bertola, Luis; Williamson, Jeffrey, eds. 2016. La fractura: pasado y presente de la búsqueda de equidad social en América Latina. Buenos Aires: FCE; BID.
BID. 2011. Estrategia para una política social favorable a la Igualdad y la productividad. Washington: BID.
Bitar, Sergio. 2016. Las Tendencias Mundiales y el Futuro de América Latina, Edición 2016. Santiago de Chile: CEPAL.
Duryea, Suzanne y Robles, Marcos. 2016. Pulso social de América Latina y el Caribe 2016: realidades y perspectivas. Washington: BID.
Giordano, Paolo, coord. y Ramos Martínez, Alejandro. 2016. Monitor de Comercio e Integración 2016: cambio de marcha: América Latina y el Caribe en la nueva normalidad del comercio global. Washington: BID; INTAL BID.
Naciones Unidas. 2015. Objetivos de Desarrollo del Milenio: Informe de 2015. Washington: UN.
Powell, Andrew, coord. 2015. El laberinto : cómo América Latina y el Caribe puede navegar la economía global. Washington: BID.
Sitio web de Avance de los ODM: Informes de los Objetivos de Desarrollo del Milenio: http://www.un.org/es/millenniumgoals/reports.shtml
Sitio web de Alianza INTAL Latinobarómetro. La Voz Latinoamericana como fuerza de transformación : http://www.iadb.org/intal/alianzalb/
[1] Duryea y Robles (2016).
[2] Duryea y Robles (2016), p. 66.
[3] Héctor Salazar. “Estado el arte en las políticas sociales para la equidad en la Región. Ideas para inspirar el futuro”, presentación en la conferencia: “La Fractura: pasado y presente de la búsqueda de equidad social en América Latina”, Buenos Aires, Argentina, 12 de diciembre de 2016.
[4] Duryea y Robles (2016).
[5] Atlantic Council (2013).
[6] Bitar (2016).
[7] Héctor Salazar, op. Cit.
[8] Datos del tema “Inclusión social” de la Alianza INTAL-Latinobarómetro http://www.iadb.org/intal/alianzalb/tema-7.
[9] Datos del tema “Innovación” de la Alianza INTAL-Latinobarómetro http://www.iadb.org/intal/alianzalb/tema-4.php
[10] Datos del tema “Integración” de la Alianza INTAL-Latinobarómetro http://www.iadb.org/intal/alianzalb/tema-1.php